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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 364

—No es así, Estefanía —Benicio miró de reojo a Gilberto, esperando que se retirara, pero él ni siquiera se movió. No le quedó más remedio que seguir hablando; si no lo decía ahora, quizá no tendría otra oportunidad—. Estefanía, antes no lo veía, era yo el que no entendía nada, fui un tonto… tú hace tiempo que te volviste parte de mi vida, solo que yo no lo quise ver. Estefanía, yo…

Sintió un ardor en la garganta y en los ojos. Las palabras empezaron a atorarsele en la boca.

Estefanía lo contempló con resignación.

—Benicio, ¿qué es lo que quieres decir de una vez?

—Estefanía, no puedo estar sin ti —balbuceó, con la voz quebrada.

Estefanía soltó una risa cargada de ironía.

—Pues parece que cualquiera puede echar raíces en tu vida, Benicio.

La frase lo dejó sin palabras.

—Hace cinco años, alguien ya había echado raíces en tu corazón. Cuando se fue, arrancó esas raíces y yo vi cómo te destrozó. ¿Y ahora qué? ¿Vas a volver a hacerte pedazos por alguien más? —Estefanía lo miró con dureza—. Esa pasión tuya, ¿cuántas veces cabe en una sola vida? Si es tantas, entonces ya no vale nada.

—Estefanía, no es así, en ese entonces yo no… —Benicio intentó explicarse, pero justo en ese momento sonó su celular.

Vio la pantalla: era Gregorio. No contestó.

De inmediato llegó un mensaje de Gregorio. El contenido se veía claro incluso en la pantalla bloqueada. El color se le fue del rostro al instante.

El celular volvió a sonar. Otra vez Gregorio.

Benicio contestó casi temblando.

—¿Bueno?

Benicio no respondió. Toda la rabia que antes mostraba ante Gilberto se extinguió de golpe. Solo le quedó un dolor que no podía ocultar, y una tristeza enorme al mirar a Estefanía dentro del carro.

Estefanía no volteó ni una sola vez. Pero escuchó perfectamente lo que Gilberto dijo. Que la dejaran ir no era nada nuevo para ella.

Lo único distinto era que aquel corazón que tantas veces fue azotado por el dolor de las decisiones de Benicio, esta vez no sentía absolutamente nada.

—Hermano, ya no pierdas el tiempo con él, vámonos —le insistió desde dentro.

Gilberto, que ya sospechaba la razón de la urgencia de Benicio, sonrió y soltó una última burla.

—Suerte con lo tuyo, señor Benicio.

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