Jamás se le habría ocurrido a Estefanía que Noel resultaría ser alumno de su abuela, y que ese día había venido con su grupo a hacer una presentación de danza en la primaria local. Apenas bajó del carro, se topó con la abuela y, entre plática y plática, terminaron llegando juntos a casa.
Así fue como Noel presenció la escena de Estefanía bailando.
Quién diría que aquel niño que hace años solía llorar en secreto bajo el árbol porque no podía bailar bien, ahora era capaz de levantarla en vilo y, encima, usar las mismas palabras que ella le había dicho antes para animarla...
Como Noel tenía otra presentación en la tarde, solo se quedó un rato en casa de la abuela, tomó un vaso de agua y se despidió, prometiendo que volvería esa noche para cenar.
Después de lo ocurrido, el espíritu de la danza volvió a encenderse en el corazón de Estefanía. Era como si no pudiera estarse quieta, así que pasó toda la tarde encerrada en su sala de práctica.
Intentó trabajar en algunos movimientos básicos, pero pronto su cuerpo ya no le respondía como antes. Se sentó en el suelo para recuperar el aliento, repitiendo este ciclo varias veces hasta que, sin darse cuenta, la tarde se le fue. Cuando Noel terminó su presentación, regresó a casa para cenar con ellos.
Noel llegó justo cuando Estefanía acababa de terminar otra ronda de ejercicios. Estaba sentada en el piso, la frente perlada de sudor, respirando agitada.
—¡Señorita! —exclamó él, entrando a la sala de práctica con una sonrisa que le iluminaba todo el rostro. Se sentó con las piernas cruzadas frente a ella.
—¿Tan bien salió la presentación? ¿Por eso andas tan contento? —le preguntó Estefanía, notando que sus ojos brillaban con más intensidad que el atardecer afuera.
Noel soltó una risita.
—Sí salió bien, pero no es por eso que estoy tan feliz.
Estefanía ya intuía lo que iba a decir, así que guardó silencio y no preguntó más.
—Señorita, sentí que hoy volvió a nacer la vida —dijo Noel, los ojos chispeando de emoción.
Estefanía frunció un poco el entrecejo, sin entender muy bien a qué se refería.
Él movió los brazos como si fueran alas, imitando el vuelo de una mariposa.
—La mariposa... cuando rompe el capullo y se convierte en algo nuevo.
Entonces Estefanía comprendió. Hablaba de que ella había vuelto a bailar...
En cinco años de casados, era la primera vez que Benicio pisaba esa sala de práctica. Siempre había estado cerrada y él suponía que solo era un cuarto para guardar triques.
Ahora, al recorrer con la mirada el salón de espejos, la barra y el espacio vacío, y ver a Estefanía en ropa de danza junto a Noel, su expresión se volvió sombría.
Estefanía notó ese cambio, una sensación de presión empezó a crecerle en el pecho. Alzó la vista y vio a Benicio parado a contraluz, con la misma ropa de ayer.
Vaya, ¿no había venido a dormir? ¿Ni siquiera se había cambiado? ¿Se quedó a cuidar a Cristina?
Lucía cansado, el cabello revuelto. Mientras se acercaba, el sol detrás de él parecía incendiar el ambiente, igual que la rabia que ardía en sus ojos.
—Te estuve llamando todo el día, ¿y traes el celular apagado? —preguntó, tratando de contener el enojo.
Estefanía no entendía de dónde venía tanta rabia. ¿No que estaba muy ocupado? ¿Desde cuándo le importaba llamarla? ¿Y ahora se enoja porque tenía el celular apagado? Si él fue a cuidar a Cristina y ella ni siquiera le reclamó, ¿con qué cara venía a hacerle un drama?
—Ni cuenta me di que ibas a llamar —contestó, sin mirarlo, con la vista fija en el atardecer tras la ventana. Seguro era el sol lo que le hacía arder los ojos, no las marcas de lápiz labial en el cuello y la camisa de Benicio.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...