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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 6

—Estefanía… —Cristina infló las mejillas y se pegó al costado de Benicio—. Si de verdad te quieres enojar, mejor desquítate conmigo, pero no ignores a Beni. Todo esto lo organizaron por mí, porque volví… Beni, ¿por qué no le pides a tu esposa que se quede a cenar? Yo le voy a ofrecer una copa para disculparme con ella.

Vaya, sí que sabe preparar excusas esta chica.

—Discúlpame —Estefanía miró directamente a Benicio; si Cristina se atrevía a decir eso era porque él siempre se lo permitía—. Pero no tomo alcohol, y menos cosas que sepan a esas bebidas insípidas.

De inmediato, a Cristina se le llenaron los ojos de lágrimas y volteó hacia Benicio.

—Beni, ¿ella me está insultando? Yo… —hizo todo lo posible por no llorar y apretó los labios—. No importa, seguro Estefanía me malinterpretó, que diga lo que quiera, no pasa nada, tú no te enojes con ella…

El gesto de Benicio se endureció.

—Estefanía, Cristina solo quería arreglar las cosas, ¿por qué te pones tan dura?

¿Arreglar las cosas?

Solo un ingenuo se tragaría que eso fuera buena intención.

¿Benicio era ingenuo?

No, para nada. Él simplemente ya había elegido de qué lado estar.

Donde le dictaba el corazón, ahí estaba lo correcto.

Estefanía observó a los dos, y también a los demás que estaban detrás de ellos. Le pesaba en el alma esa sensación de distancia, como si entre ella y todo ese grupo se alzara una muralla imposible de cruzar.

Ellos formaban un equipo sólido, un círculo cerrado al que ella no pertenecía. Ni siquiera era parte de la periferia, solo una intrusa que sobraba en ese mundo.

Apretó los dientes para no llorar, y apenas soltó un resoplido antes de girar sobre sus talones y salir del lugar.

A sus espaldas, la voz de Cristina siguió sonando.

Benicio arrugó la frente y marcó al celular de Estefanía. Ella no contestó y, de hecho, cortó la llamada. Cuando volvió a intentarlo, el teléfono ya estaba apagado.

Gregorio, que ya traía una espina clavada desde antes, no se aguantó más.

—Beni, la paciencia que le tienes a Estefanía… cualquiera en tu lugar ya la hubiera mandado a volar. Con lo que vales y el lugar que tienes, cualquier mujer te trataría como rey, no te haría esos desplantes. Te pasas de bueno.

Benicio se quedó callado.

Los demás apoyaron a Gregorio.

—Gregorio tiene razón, tú te desvives por ella y por la familia, te partes el lomo en la calle, y mira cómo te paga, ni un mínimo de consideración, y encima te arma escenas por cualquier tontería. ¿Crees que lo mereces?

—Exacto, el simple hecho de que te haya tocado casarte con ella ya fue un milagro para ella. Si tú la dejas, ¿quién crees que la va a querer? Digo, así como está, solo le quedaría buscarse a alguien con las mismas limitaciones.

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