—Entonces, mejor no.
—Pero, en la cabina hace mucho frío, tengo frío —protestó Cristina, luciendo un vestido que dejaba al descubierto sus brazos.
Benicio sí traía una chamarra, y al escucharla, de inmediato se la quitó y la puso sobre los hombros de Cristina.
—Toma, ponte mi chamarra.
Estefanía no estaba distraída; aunque fingía estar absorta en su libro, por el rabillo del ojo notó perfectamente la mirada triunfante que Cristina le lanzó.
Sin embargo, ella mantuvo la vista fija en las páginas, ignorando la provocación.
Pero, por supuesto, Cristina no pensaba dejarlo así y fue directo a buscarla.
—Estefanía, ¿te molesta si me pongo la chamarra de Beni? —preguntó, fingiendo una mezcla entre susto y lástima, como si la situación la incomodara.
Estefanía estuvo a punto de reírse. ¿Ese teatro lo hacía para ella o para que Benicio la viera?
Levantó la mirada y le sonrió.
—Por supuesto que no me molesta. Si ya te lo llevas a él, ¿qué más da una chamarra?
—Gracias, Estefanía, eres un amor —contestó Cristina, fingiendo estar conmovida.
—De nada —replicó Estefanía, volviendo a enfocarse en su libro.
—Cris —llamó Benicio, con un tono suave.
Estefanía no pudo ver la expresión de Benicio, pero escuchó a Cristina responder en voz baja, con tono dolido:
—Beni, quiero llevarme bien con Estefanía, así cuando regreses a casa, ella te va a tratar mejor...
Estefanía: ¿¿¿¿???
Ese tipo de frases solo funcionan en novelas donde el protagonista masculino es un iluso. Y parece que Benicio no se queda atrás.
Se pasó de exagerado. Estefanía, aunque había dejado los libros un tiempo, por lo menos sabía vocabulario básico. Y eso del setenta por ciento de errores, ni en sueños.
—¿Qué? —Cristina ya ni se molestó en ocultar el tono de burla—. ¿Estefanía estudia inglés? ¿Qué, ahora quiere irse al extranjero?
Al escuchar la palabra “extranjero”, Benicio tensó la mirada, pero en seguida soltó una risita.
—¿Cómo crees? Ni de broma se iría. Solo estudia por aburrimiento, para pasar el rato.
—Claro... —asintió Cristina—. Si así como está, ¿cómo va a viajar al extranjero? Ni para moverse sola. Allá, sin ti, ¿cómo se las arreglaría?
Por alguna razón, los otros dos, Gregorio y Ernesto, parecían no aguantar la risa. Se esforzaron por contenerse, pero al final terminaron soltando tremendas carcajadas.
—Perdón, Beni, pero ya repasé todas las tragedias de mi vida y esto sí que se pasa de gracioso. Tu esposa estudiando inglés... —decía Gregorio entre carcajadas—, ¿para qué le sirve? —y siguió riendo sin parar.
En un instante, los cuatro estaban riéndose. Incluso Benicio la miraba y no podía contener la risa.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...