El Día que Murió Nuestra Hija, Él le Puso el Anillo a Otra romance Capítulo 4

La biblioteca de la mansión Estevez olía a dinero viejo.

A caoba pulida, a cuero de libros que nadie leía y a poder acumulado durante generaciones.-

Don Guillermo Estevez, el patriarca, estaba sentado en un imponente sillón de cuero, con las yemas de los dedos juntas frente a su rostro. No hablaba, solo observaba. Su silencio era más pesado que cualquier grito.

Ricardo, su nieto y heredero, estaba de pie junto a la chimenea apagada. Llevaba un traje impecable que no lograba disimular su impaciencia. Su postura era la de un hombre que no estaba acostumbrado a esperar. Un rey en su propio castillo.

La puerta se abrió y Alejandra entró.

Iba vestida con unos sencillos pantalones y una blusa blanca. Su cabello recogido en una coleta. No parecía una heredera, sino una estudiante. Detrás de ella, su madre, Patricia, se retorcía las manos, con el nerviosismo pintado en la cara.

Ricardo no se giró para mirarla. Su voz resonó en la habitación, dirigida al aire, como si ella fuera una subordinada recibiendo órdenes.

—Patricia ya te lo explicó. Tu vuelo a Ginebra sale el próximo sábado a las siete de la mañana. El chofer te llevará al aeropuerto. Asegúrate de tener todo empacado para el viernes.

Su tono era final, zanjando cualquier posible discusión. En su vida anterior, Alejandra habría bajado la cabeza y susurrado un "sí".

Patricia le dio un codazo suave, casi imperceptible. Una señal. "Habla. Agradece. Sé buena".

Alejandra levantó la vista. Por primera vez desde su renacimiento, miró a Ricardo directamente a los ojos. Los ojos oscuros que una vez la habían hipnotizado, ahora solo le devolvían la imagen de un hombre arrogante y cruel.

Su voz fue tranquila, clara como el agua, pero con la dureza del acero.

—No iré.

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