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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 151

Lucía pensó que había escuchado mal. Se detuvo en medio de su búsqueda, pero al escucharla voz por segunda vez, se dio la vuelta de manera brusca. Al ver a Sofía aparecer de la nada, fue como si hubiera visto un fantasma. Palideció del susto.

Soltó un grito desgarrador y perdió el equilibrio.

Sofía la agarró de la muñeca y la tiro de vuelta. Luego observó el clóset repleto de ropa, aunque faltaba como una tercera parte.

A Sofía no le gustaba comprar ropa. Diego, para evitar que lo avergonzara en reuniones familiares, hacía que las marcas que él usaba le enviaran colecciones de ropa casual femenina. Por eso el armario estaba lleno.

Sofía apartó la mirada de la ropa y miró a Lucía.

—¿Qué estás haciendo?

Lucía llevaba tanto tiempo sin ver a Sofía que no sabía cómo reaccionar. Mucho menos siendo atrapada con las manos en la masa. La vergüenza era insoportable. Tartamudeó:

—Señora, ha estado fuera tanto tiempo que el cuarto juntó polvo. Vine a limpiar un poco.

Sofía caminó hacia el tocador y pasó el dedo por la superficie. Su yema quedó cubierta de polvo. La miró con frialdad.

Lucía se puso roja como un tomate. Quería que la tierra se la tragara.

Sofía dijo con desprecio:

—Sal, por favor.

Lucía respiro aliviada.

La señora siempre había sido de buen carácter. Aunque en realidad hubiera robado algo, no le daría mucha importancia a eso. Total, Sofía solo tenía ojos para Diego, nada más le interesaba. Pero la vergüenza persistía una y otra vez. Lucía salió despavorida.

Sofía abrió todas las puertas del armario. Con rapidez encontró el paquete discreto en la esquina. Confirmó que era el envío de Carmen y se fue con él.

Sin detenerse ni un segundo.

Al salir se encontró con Lucía, que estaba a punto de llamar a Diego.

Lucía se detuvo en seco al verla.

Sofía ni siquiera se despidió, la esquivó y siguió su camino.

Una mujer sin carácter, que se arrastraba una y otra vez ante él.

Con razón nadie la respetaba.

Sofía odiaba esa versión patética de sí misma.

¿Por qué diablos repetiría los mismos errores?

Sentía tal desprecio hacia su yo del pasado que las palabras de Lucía le provocaron náuseas.

—Lucía, que Diego me perdone o no me importa un carajo. Puede odiarme toda la vida si quiere, me da igual. Porque para mí, él no significa nada en lo absoluto. —La voz de Sofía era cada vez más aterradora que nunca.

¡Lucía quedó petrificada!

Sofía continuó:

—Lucía, recuerdo que tienes una hija que está por graduarse de la universidad. La ropa del clóset ya no la quiero, puedes dársela a ella si quieres. Todo es nuevo, no hay por qué despreciarlo.

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