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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 152

Lucía volvió a ponerse roja.

—Señora...

Pero Sofía no se detuvo por más tiempo. Siguió derecho hacia la salida.

Pronto, Lucía escuchó el motor de un auto encenderse. Corrió al jardín y vio a Sofía alejarse a toda velocidad en un Range Rover.

En el garaje del señor Villareal no había autos tan baratos. ¿De quién era el auto que manejaba la señora?

Si Sofía no hubiera dicho lo que dijo, Lucía habría pensado que estaba actuando. Pero ahora su perspectiva había cambiado por completo.

La señora parecía estar divorciándose de verdad.

¿Sofía en serio iba a dejar al señor Villareal?

Lo amaba tanto... ¿cómo pudo decidirse a dejarlo para siempre?

Además, el señor era tan extraordinario. ¿Cómo podía Sofía renunciar a él? Pero Lucía presentía que Sofía no estaba bromeando.

Al pensarlo por un momento, sintió una mezcla de emociones. Aunque Sofía siempre había sido distante, nunca la había maltratado.

Era una mujer muy dedicada. En este mundo no existía otra mujer que cuidara al señor Villareal con tanta devoción y simpatía.

Después de tres años juntas, que se fuera de verdad le dolía. Pensando en esto, Lucía llamó a Diego.

Se sorprendió cuando contestó de inmediato.

—Señor, la señora acaba de venir...

La voz sombría de Diego llegó del otro lado.

—¡Retenla en casa!

—Pero...

Antes de que pudiera terminar, Diego colgó.

Lucía intentó llamar de nuevo, pero no pudo comunicarse.

De repente, se arrepintió. No debió haberle avisado al señor.

***

Sofía tomó sus cosas y manejó de regreso a casa.

Como el único recuerdo bonito del pasado se había hecho pedazos, no solo había soltado sus ilusiones sobre Diego, sino que ya no sentía ningún apego hacia esos tres largos años.

Era como si todas las cadenas que la aprisionaban hubieran desaparecido de repente. Una energía vibrante surgió de pronto desde su interior, como si tuviera fuerza infinita, una pasión por la vida que nunca antes había sentido. Todo tenía esperanza.

***

Diego llegó a casa a toda velocidad. La sala estaba vacía, no había nadie.

—¡Lucía! —gritó Diego.

Lucía salió asustada de la cocina. Al ver la expresión sombría y aterradora de Diego, se quedó petrificada.

Era la primera vez que lo veía tan furioso.

La señora en definitiva lo había hecho enojar.

—¡¿Dónde está Sofía?! —Diego no tenía paciencia—. ¡Habla maldita sea!

—La señora vino un momento, tomó sus cosas y se fue.

Diego apretó con rabia los dientes.

—¿No dijo ni una palabra más?

—¡Sí, sí dijo algo!

—¡Dímelo rápido!

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