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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 306

Después de hacer la promesa, el corazón de Sofía dio un vuelco. Durante unos segundos se sintió perdida, como si de repente hubiera quedado atada a Alejandro por un compromiso de dos años imposible de romper. Aunque solo era verbal, esa alianza le parecía incluso más firme que un acta de matrimonio.

¿Sentiría él lo mismo? No pudo evitar mirarlo. Él estaba recostado en el asiento del conductor, con aire relajado. Sofía notó su camisa ligera, su cabello algo desordenado —ya estaba así antes de pelear con Diego—, pero nada le quitaba el atractivo que irradiaba ni el aura de un presidente de corporación.

El espacio reducido del carro le daba excusa para mirarlo sin reservas. Pero Alejandro giró la cabeza y la sorprendió. Que él la encontrara espiándolo, la incomodó. En otro momento, ella lo habría tomado con calma: él era el jefe, ella la secretaria. Pero, que debía fingir ser su novia, el ambiente se sentía distinto.

Antes, cuando él la observaba, no pensaba demasiado. Pero, en ese momento, su mirada parecía tener otro significado. Y pensar demasiado la llevaba a imaginar cosas… ¡No debía hacerlo! Entonces, se obligó a calmarse.

—¿Qué miras? —preguntó Alejandro, sin dejarla escapar.

—…Solo pensaba por qué traes puesta solo una camisa —respondió ella, con sinceridad.

Él bajó la vista. Recordó que, cuando recibió la llamada de la tienda de Liquimundo avisándole que Sofía había sido llevada por Diego, primero sintió arrepentimiento por haberle pedido ese regalo. Después, decidió que nada más importaba. Agarró el teléfono y las llaves del carro y salió rápido.

Apenas se dio cuenta: había salido de casa con solo una camisa. Si Sofía no lo mencionaba, ni lo habría notado.

—…Señor Montoya, solo preguntaba por preguntar.

—Salí muy rápido —respondió él.

Ella guardó silencio. ¿De verdad había sido porque temía por ella? Primero se desconcertó; después se sorprendió; y, luego, sintió un poco de incomodidad. Eso fue lo que Alejandro vio en Sofía y le dio un regocijo raro.

Que ella fingiera ser su novia tenía otra ventaja: antes, Sofía nunca lo miraba con interés; todo lo interpretaba bajo la lógica de un jefe protegiendo a su empleada. Nada más. En ese momento, en cambio, habría otra capa en su relación.

—Debes cooperar conmigo en todo momento.

—Entendido. —Asintió ella.

—Mientras nadie pregunte, no diremos nada. Si lo hacen, aceptaremos la verdad —añadió él.

Entonces, a Sofía se le ocurrió una pregunta clave.

—Aparte de nosotros dos… ¿nadie puede saber que solo estamos fingiendo?

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