Antes de entrar a su casa, Sofía se volvió hacia el hombre que estaba cerca y le dijo muy cortésmente:
—Buenas noches.
Alejandro ya había abierto la puerta, pero no entró, sino que se quedó parado en el umbral, mirándola sin expresión. Sofía se sintió incómoda. Ya le había devuelto las llaves del auto, ¿acaso tenía algo más que decir? ¿O esperaba que le dijera gracias otra vez?
Después de un rato, Sofía se quitó torpemente el abrigo que llevaba puesto y lo dobló cuidadosamente.
Alejandro observó sus movimientos.
—Tíramelo.
Sofía no se lo tiró, sino que se acercó y se lo entregó.
—Gracias.
Alejandro tomó el abrigo, se dio vuelta y cerró la puerta de golpe. Sofía suspiró resignada. Frío, distante, antipático: así era Alejandro. Sin embargo, por lo que había pasado esa noche, sin importar cuáles fueran sus razones, Sofía le agradecía de corazón. Aunque él nunca la tomaría en cuenta.
Alejandro regresó a casa con el abrigo, que ya tenía impregnado el aroma de la mujer, y como era muy exigente con la limpieza, sin pestañear tiró la prenda de decenas de miles de dólares directamente a la basura. En la cocina se sirvió un vaso de agua tibia, puso el celular en la barra y reprodujo el mensaje de voz que le había enviado Rodrigo. Escuchó mientras bebía.
—Señor Montoya, Mónica me envió información de la empresa. Hay algo que debo reportarle: ahora Sofía es su secretaria.
***
Sofía llegó a casa, tomó medicina para el resfriado y se durmió completamente tapada con las cobijas. El día siguiente era también una nueva semana y Sofía pensó que se enfermaría, pero aparentemente la medicina había funcionado bien, porque despertó sin molestias evidentes.
Ese era el día en que el presidente de Corporación Sierra regresaba del extranjero y todos los empleados de la empresa estaban expectantes. Sin embargo, Lisa, la compañera que se sentaba junto a Sofía, había pedido permiso y su trabajo quedó a cargo de Sofía.
Lisa la llamó para avisarle:
—Sofía, de verdad lo siento muchísimo. La empresa de mi esposo va a organizar una ceremonia con sus socios y él insiste en que vaya. Ya lo había rechazado, pero resulta que ya tenía el vestido preparado, así que al final pedí permiso. Te corresponde hacerte cargo de mi trabajo hoy.
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