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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 411

—Ya te lo he dicho muchas veces, pero no me escuchas. ¿Ahora me echas la culpa a mí?

Carlos la miró fijamente, y, con tono seco, preguntó con calma:

—¿Te gusta Alejandro y él está obligado a sentir lo mismo por ti? ¿Con qué derecho?

Carlos no dijo lo que ella esperaba oír; solo podía tratar una y otra vez de hacerla enfrentar la realidad.

—Priya, si tú y Alejandro hubieran podido estar juntos, ya lo estarían. Pero todos estos años él te ha tratado como a una desconocida. Deberías darte por vencida. Si no, dime, ¿no eres tú la que sufre? —le dijo, viéndola tensa— hay que ser consciente de lo que uno es. Lo que no se puede forzar, hay que aprender a soltarlo; así tu vida no se va a consumir deseando lo que no puedes tener. Acuérdate, Priya, tú eres lo más importante. Por muy bueno que sea Alejandro, si por él no eres feliz, entonces no vale la pena.

Priya nunca había querido oír esas palabras, y ahora tampoco.

Al contrario, cuando escuchó algo tan conocido, se calmó de golpe y se rio con sarcasmo.

—¿Que sea consciente de lo que soy? ¿Y Sofía qué es? ¡Una simple secretaria, divorciada además! ¿Cómo se atreve a estar al lado de Alejandro? Su familia es un montón de don nadies, y ella no tiene nada especial, ¡no sé de dónde saca las agallas para juntarse con él!

Carlos se molestó.

Priya era cuatro años mayor que Sofía, pero en su forma de actuar, en serio no estaba a su altura.

A veces, su ingenuidad era incomprensible.

—¿Quieres saber la razón? —preguntó Carlos.

Priya levantó la barbilla y lo miró, furiosa.

—¡Dilo!

—No sé lo que piense Alejandro —dijo Carlos, acomodando un poco el marco plateado de sus lentes—. Pero, en lo personal, me siento muy cómodo tratando con Sofía.

—¡Ella me insultó! ¿Y tú no me defiendes? —gritó Priya, furiosa.

—Sofía también es mi amiga. Y, conociéndola, no te habría dicho nada sin motivo —contestó Carlos.

Sofía no era alguien que perdiera su tiempo con tonterías.

—Carlos... —Priya estaba tan molesta que no podía ni seguir hablando.

—Este asunto termina aquí —dijo Carlos cuando vio que no había manera de razonar con ella. No quiso hablar más y le indicó al chofer que siguiera conduciendo.

—¡Quiero bajarme! —gritó Priya.

En silencio, Carlos la miró.

—¡No quiero ir en el mismo auto contigo! —insistió ella.

El chofer dudó, incómodo.

—Déjala bajar —ordenó Carlos con tono serio.

Aun así, le iba a tocar arreglar los problemas que ella causara.

Carlos llamó a Sofía.

Alejandro había retomado el volante, mientras Sofía iba en el asiento del copiloto. Cuando sonó el celular, pensó que la llamada era para él.

—No, te llamo para disculparme —dijo Carlos, por lo de Priya—. Ya hablé con ella.

—Carlos, no tenías por qué molestarte. Priya y yo no nos llevamos bien, y no vamos a ser amigas. Que la relación sea buena o no, eso no importa —contestó Sofía con tranquilidad.

A Carlos le gustaba el carácter firme y claro de Sofía, y apreciaba tratar con gente inteligente.

—Es mi hermana —dijo—. Si dijo o hizo algo fuera de lugar, me da pena. Quiero ofrecerte una disculpa.

Sofía aceptó la disculpa porque le pareció respetuosa.

Después de colgar, preguntó con cierta confusión:

—Ni siquiera conozco a Priya y nunca le hice nada. ¿Por qué me odia tanto?

Alejandro, con las manos firmes en el volante mientras tomaba la autopista, contestó con su voz grave:

—Priya está enamorada de mí.

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