El Rey Lycan y su Oscura Tentación romance Capítulo 3

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LYRA

—¡Tenemos que detener esto!

—No grites —me respondió entre dientes, sus ojos oscuros escaneando alrededor con precaución

—. No sé quién eres, pero si deseas sobrevivir, sigue las leyes de la manada, o la próxima en esa hoguera puedes ser tú.

Sus palabras tan frías me calaron, su mirada penetrante y llena de tormentas.

Sentí el pecho apretarse, quise gritarle que dejara de ser tan indiferente, ¡éramos destinados!

Pero él simplemente dio la espalda y se marchó por entre las chozas.

El rugido de dolor me heló la sangre en las venas, el olor a carne quemada penetró en mi nariz.

Dudé en girarme, sabía del horror que presenciaría.

“No lo hagas, Lyra, es muy desagradable, no lo hagas…” mi loba me advirtió.

“Tengo que hacerlo, Aztoria” le dije, dándome la vuelta lentamente. “Tengo que hacerme la idea de una vez de a dónde hemos ido a parar y lo que enfrentaremos.”

Mis ojos plata reflejaban las llamas y la expresión deformada por el dolor de esa hembra que nunca se borraría de mis memorias.

Este era un continente mucho más salvaje de lo que conocía y tenía que hacer todo para encontrar un camino a mi casa.

Había encontrado a mi mate, sí, pero ni siquiera con él podía contar… por ahora.

Me alejé de esa escena tan horrible y me senté en una piedra, al lado de una choza.

No sé cuánto tiempo pasó, pero los gritos habían cesado hace un rato.

—¡Estás aquí!, por un segundo pensé que te habías marchado —escuché la voz ronca y ansiosa de Verak.

Subí la mirada para verlo a los ojos.

—Lo lamento por lo que pasó, no tengas miedo. Nuestra manada es buena, solo seguimos los designios del Rey Lobo —me explicó con ojos complicados.

Asentí suspirando, tenía miles de dudas, pero tampoco quería mostrarme tan perdida frente a este macho.

—Ven, te presentaré a la Curandera y al Alfa. Quieren verte —estiró la mano para ayudarme a levantar, pero yo lo hice sola, sacudiéndome el trasero.

—No tienes que estar a la defensiva. Soy un macho soltero, quisiera que me consideraras para aparearnos. Puedo alimentarte y, también, si tenemos cachorros, no morirán en el invierno. Seré el próximo Alfa…

—Espera, espera, nadie dijo que busco pareja —detuve su autopromoción entusiasta.

Aquí no se andaban por las ramas.

—Eres débil —sus ojos me miraron de arriba abajo—. Ni siquiera siento a tu loba, debe ser una Omega retraída. No podrás sobrevivir por tu cuenta, no puedes cazar y, solo comiendo hierba, morirás de hambre. Necesitas un macho.

—Entonces yo elegiré a mi macho. No me gustas —le respondí igual de directa.

Su rostro se puso un poco oscuro, parece que herí su orgullo, pero enseguida se recuperó.

—Al final verás que soy la mejor opción. Eres muy hermosa, pero débil. Quizás ni puedas dar a luz a cachorros. Estoy dispuesto a ser generoso contigo y tratarte bien.

Agregó por último y dio la vuelta con frialdad, haciéndome una seña con la mano para que lo siguiera.

“¡Ay sí, pulgoso, ¿quién es la Omega débil aquí?!” Aztoria bufó enojada.

“Ocúltate bien. Veremos al Alfa y a esa maldit4 bruja. No quiero que descubran nuestros secretos, ya bastante tengo con no saber cómo explicar esta vestimenta.”

Por dondequiera que avanzábamos, ojos curiosos nos seguían.

Me asombró descubrir que incluso algunas mujeres iban con los senos afuera sin pudor ninguno y solo la falda de cuero. ¿Qué rayos con estos lobos primitivos?

Llegamos a la choza más grande que había visto en esta manada, con dos guerreros cuidando la entrada.

Verak apartó las pieles y me invitó a adentrarme en la “casa” del Alfa.

El mismo hombre que le prendió fuego a la chica y que ahora se sentaba muy tranquilo al lado de esa bruja desgraciada.

—Verak me dijo que te encontraron en el Bosque Frondoso. ¿Cómo te llamas? ¿Tampoco recuerdas tu nombre? —comenzó a interrogarme el Alfa.

—Sí, señor, me llamo Lyra. Apenas y recuerdo eso. Creo que me di un golpe en la cabeza —toqué la parte posterior de mi cabello y fingí demencia.

—¡Es cierto que eres muy hermosa! ¡Nunca había visto a una mujer tan delicada! ¿De dónde sacaste esta ropa tan bonita? —una chica de repente se acercó.

Había estado sentada a un lado, moviendo algo dentro de una cazuela de piedra.

Comenzó a tocar mi ropa y el cabello, llenándome de suciedad.

—Nereida, no seas maleducada —Verak la haló del brazo.

—¡Hermano, se nota mucho que te gusta esta hembra!

—¡Cállate, Nereida! —el Alfa dio un rugido enojado—. ¡No hables tonterías, sabes que tu hermano está esperando a que la hija de la Curandera sea mayor de edad! Ellos serán la pareja perfecta.

—Padre… —Verak lo interrumpió. Olía drama del bueno en el ambiente.

—Ya basta, no hablemos más de las intimidades frente a la hembra nueva. ¿Qué va a pensar de nuestra manada?

De repente, esa mujer anciana se levantó y caminó hacia mí con la ayuda de su bastón.

Algo en sus ojos negros me erizaba todos los cabellos del cuerpo.

—¿Segura que no recuerdas nada, querida? —su pregunta estaba llena de astucia y desconfianza.

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