El Rey Lycan y su Oscura Tentación romance Capítulo 50

VALERIA

La alcoba en realidad era linda, con una cama, un closet, un pequeño tocador y un amplio ventanal que da a las vistas de un hermoso lago.

— Este es su cuarto y ahí está el baño compartido, con la bañera que le prometí – señala a otra puertecita al fondo.

— Espere un momento, pero para salir de aquí tengo que pasar por la habitación de su majestad, esto no tiene salida al pasillo y además ¿baño compartido?, ¿el Rey no tiene baño personal, debe atravesar toda mi habitación para utilizarlo? – le señalo lo obvio.

¿Quién diseñó estas alcobas tan incómodas?

— Lo lamento, no me quedan más cuartos libres – me responde con la cara más dura que la piedra del suelo.

— ¡Su majestad! – me giro un poco indignada hacia Aldric que me observa feliz desde la puerta entre los cuartos.

— Preferiste quedarte aquí Valeria, así que ahora no podemos hacerle el feo al Alfa Garret, esta es la habitación que hay disponible, deja de hacer berrinches – me responde ¡y puedo ver todo lo complacido que está en su cara!

¡¡Berrinches!! ¡Lo que quiero es caerte a mordidas maldit0 lycan!

¡Y el otro Alfa mentiroso! ¡¿Quién se cree que en esta mansión tan enorme no hay más cuartos?!

Pero como siempre, resistir es en vano, por mucho que enfurruñe mi cara y rebuzne, aquí estoy atrapada de nuevo en las maquinaciones de ese caprichoso Rey.

— ¿Qué haces? – me pregunta cuando todos se marchan e intento cerrarle las dos puertas de madera en la cara.

Mis dos manos estiradas en cruz intentando halar los paneles hacia el medio, pero las maldit4s se resisten, ¡hasta las puertas están en mi contra!

¡BAM, BAM, BAM! Resuenan cuando las fuerzo a lo bestia, pero mi fortaleza no es suficiente para destrabarlas.

— Ya basta, te lastimarás las manos – de repente siento un calor sobre mis dos manos, mientras él las cubre con las suyas más grandes, igual aguantando la madera y apresándome.

Su intimidante cuerpo frente a mí, como siempre, invadiendo por completo mi espacio personal.

— Necesito cambiarme – le digo enojada, mirando a un botón de su camisa, que se abrió casi por completo.

— Puedes hacerlo sin problemas, nadie te lo impide.

— ¡Señor, necesito mi privacidad! – levanto mis ojos azules echando chispas para enfrentarme a los suyos llenos de tormentas en su interior.

— Y yo necesito vigilarte muy bien – responde y me quedo sin entender.

De un momento a otro lo tengo por completo inclinado sobre mi baja estatura, su boca rozando mi sensible oído, mi nariz metida entre su camisa entreabierta oliendo el delicioso aroma de su piel.

Nuestros cuerpos estremeciéndose por la cercanía.