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VALERIA
— ¡Elena, cállate ya la boca y acompaña al mozo que lleve a Edward a su habitación para descansar! ¡Michael, ve a buscar el médico de una vez y hablaremos después tú y yo! – el Alfa empieza a ladrar órdenes.
Me quedo en silencio detrás de Aldric con el ceño fruncido, nada más puedo hacer.
Presencio como se llevan al cachorro con más color en las mejillas y sin sangrar, lo cual me tranquiliza.
Al parecer fui la única que presenció la maldad de ese hombre contra su hermano y no soy quién para meterme en sus asuntos familiares.
De verdad espero haberlo malinterpretado.
— Su majestad que vergüenza esta bienvenida. Le pido una disculpa a usted y a su doncella, mi hijo menor nació con una deficiencia en las piernas muy rara en nuestra raza y él no puede caminar bien.
— Aun así, es muy travieso y siempre nos pone en aprietos. Él se va a recuperar, no se preocupe señorita - el Alfa sigue disculpándose e inclinándose frente al Rey.
Solo por su alteza es que no me han llamado metida chismosa directamente.
— Valeria – reacciono levantando la cabeza para enfrentar los ojos grises de Aldric - ¿deseas que nos quedemos en una posada?, ¿te sientes más cómoda en otro sitio?
Me quedo asombrada ante su pregunta, eso es hacerle un desaire en la cara al Alfa solo por mi comodidad.
Mi mirada va más allá y el Señor Garret me está observando con los ojos muy abiertos, sin poderse creer que una simple sirvienta pueda echar por tierra todas las cosas que ha preparado para lamerle las botas a Aldric.
Su rostro cambia a uno de súplica.
— Ojos en mi Valeria, olvídate de los demás, dime, ni siquiera han bajado por completo el equipaje – Aldric me presiona inflexible.
— Señorita Valeria, en la mansión estarán más cómodos que en una posada, le preparamos una habitación muy amplia con su bañera privada y todo – el Alfa me está sobornando descaradamente y recuerdo muy bien lo que sucedió en la posada anterior.
El Rey se las ingenió para que compartiéramos cuarto, aunque luego, al irnos, me enteré que desde la tarde de nuestra llegada, se habían desocupado otras habitaciones.
Aldric espera pacientemente, con los brazos cruzados sobre el pecho, si no lo conociera bien, incluso me conmovería.
“Sé muy bien que está tramando lo mismo su majestad”.
— Mejor nos quedamos, no quiero que el Señor haga un desaire a los anfitriones por mi causa – le devuelvo la mirada a esos ojos grises astutos que me observan profundamente.
“Esta vez no, Rey Aldric, no dejaré que me juegues la misma carta”
Pienso orgullosa de mi ingenio.
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