VALERIA
A penas y me dio tiempo a tirar el cuerpo medio moribundo de Sofía a un lado, cuando un formidable enemigo se me abalanzó encima.
No recordaba que Dorian fuese tan fuerte, no se veía así… creo… la punzada en mi cabeza aumentaba, pero no tenía tiempo para dudar porque era obvio que venía a por mi cabeza.
Siseé de dolor cuando unas garras se hundieron en mi hombro al agarrarme con fuerza para controlarme, miré de repente a los ojos rojos llenos de odio de una enorme bestia.
Algo empujaba por salir de mi mente, un grito en mi interior, sin embargo, no escuché nada porque su otra garra venía a por mi cabeza.
Mis duras alas salieron de mi espalda y el aguijón se clavó con fuerza en la palma de su mano elevada en el aire, tomándolo por sorpresa, y atravesándola de lado a lado.
Aprovechando la cercanía, mis garras salieron buscando su garganta, pero él enseguida retrocedió a mi ataque, sin embargo, le vi las intenciones de agarrar mi ala para tirar de ella.
Saqué el aguijón enseguida y también retrocedí un paso, yo siseaba y el rugía, dábamos vuelta sobre el acantilado, mirándonos y midiéndonos hasta que sus ojos se fijaron en la mujer boca abajo en el suelo y fue como un interruptor que comenzó todo de nuevo.
Se abalanzó a atacarme a una velocidad increíble, directo a los puntos vitales, era más experimentado y veterano en la batalla así que a pesar de mi velocidad superior y mi contraataque feroz, me llevé algunas heridas profundas de garras por todo el cuerpo haciendo jirones mi vestido y abriendo mi pálida piel.
Abrí las manos y convoqué a mis sombras, me rodeé con ellas confundiendo sus sentidos, ocultando mi rastro y aparecí en un aleteo por su espalda, tomándolo por sorpresa.
Extendí mis garras para atravesar su pelaje en busca de su corazón, sin embargo, no pude, a solo centímetros de sus músculos me congelé.
No podía asesinarlo, a él no.
¿Quién era este hombre? Dorian no se veía así, este es un lycan. Yo conocía algunos lycan y había uno, uno en particular que es especial para mí.
Mi vacilación en la batalla, me puso a merced de ese lobo, sentí de repente unas garras hundiéndose en mi cuello y el aire soplando por mis oídos.
Mi visión dio un giro y mi cabeza se estrelló contra el suelo, gemí de dolor por el desgarro en mi espalda y encima de mí tenía a un lycan rabioso que me ahorcaba con las dos manos a ahorcajadas sobre mi cuerpo.
Llevé mis manos sobre las suyas e intenté liberarme, sabía que podía hacerlo, incluso convocar a los cuervos que graznaban a lo lejos.
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