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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 125

Sofía acomodó a Bea en la carriola y cruzó los brazos, mirando fijamente a Alfonso.

—Vine a traerte la carriola —soltó él, con una naturalidad que desarmaba cualquier intento de reclamo.

Alfonso ni se inmutó ante la mirada inquisitiva de Sofía; al contrario, levantó los hombros, con una sonrisa juguetona en los labios y un brillo divertido en los ojos.

Sofía quedó sin palabras. No se esperaba que él pudiera ser tan descaradamente directo.

—Te debo una disculpa —dijo de repente Alfonso, con esa voz grave que parecía envolverlo todo.

Sofía parpadeó, sorprendida, alzando la mirada.

Alfonso le guiñó un ojo.

—Pero, la verdad, no me quedaba de otra.

—¿No te quedaba de otra? —replicó Sofía, arqueando una ceja, sin creerse del todo su versión.

Alfonso ya se imaginaba su reacción. Dibujó una media sonrisa y tomó la pequeña manta que Sofía había acomodado sobre el vientre de Bea.

Sofía no entendía sus intenciones, pero tampoco se opuso, solo arrugó las cejas, esperando ver con qué saldría ahora.

—Huele esto —dijo Alfonso, acercándole la manta a la nariz.

Sofía lo miró con desconfianza, pero en cuanto el aroma llegó a ella, no pudo evitar fruncir el ceño. Un olor extraño, desagradable, se coló por su nariz.

Alzó la vista rápidamente.

Alfonso no se perdió ni un detalle de su reacción.

—¿Ves? Apuesto a que en el parque también sentiste este olor más de una vez —comentó, observándola con detenimiento.

Sofía apretó los puños a un costado de la cintura. Sí… tenía razón.

En su mente apareció, fugaz, la imagen de una persona que la había empujado aquel día.

¡Esa persona!

Sus pupilas se contrajeron con fuerza.

Alfonso notó el cambio en su expresión y preguntó con urgencia:

—¿Te acordaste de algo?

Las miradas de ambos se cruzaron en el aire, una cargada de miedo, la otra de ansiedad.

—Cuando me empujaron en el parque, también sentí ese olor —reconoció Sofía en voz baja, la seriedad marcando sus facciones.

Alfonso asintió, como si confirmara algo que ya sospechaba.

—Entonces ahí está la clave. Es probable que en ese momento, tanto tú como Bea, hayan estado en contacto con ese polvo.

—¿Polvo? —musitó Sofía, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

Alfonso regresó la manta a su brazo y buscó otra limpia para cubrir a Bea, antes de seguir hablando con calma.

—Mandé a revisar al perro que estuvo involucrado. Y sobre esta manta… resulta que le echaron un tipo de droga que provoca alucinaciones y vuelve agresivos a los animales.

Al escuchar esto, Sofía sintió que el frío se le metía hasta los huesos.

¿Así que era eso?

Primero fue lo del medicamento, ahora Bea estuvo a punto de ser mordida por un perro fuera de control… ¿Quién estaba haciendo todo esto en su contra?

Su mirada, llena de pánico, recorrió el lugar.

Capítulo 125 1

Capítulo 125 2

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