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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 128

La mano de Santiago, que estaba por tomar algo del plato, se detuvo un instante. Dejó el cuchillo y el tenedor a un lado.

—Dime.

—Primero, aunque esté viviendo en tu casa, no puedes entrar a mi cuarto cuando quieras.

Sofía lo miró directo, con una expresión seria y decidida.

Santiago asintió con tranquilidad.

—Está bien.

Sofía respiró hondo, y continuó:

—Segundo, aunque estemos bajo el mismo techo, no tienes derecho a investigar a dónde voy ni meterte en mis asuntos. No me preguntes a dónde salgo ni trates de controlar lo que hago.

Santiago respondió con la misma voz profunda, sin alterarse.

—De acuerdo.

Pasaron unos segundos en silencio. Al ver que Sofía no decía nada más, Santiago levantó la mirada y, viendo de cerca a la madre y la hija, preguntó:

—¿Y la tercera?

Sofía puso el biberón vacío de Bea sobre la mesa.

—Todavía no lo decido. Cuando lo tenga claro, te aviso.

Santiago alzó una ceja, apenas perceptible.

—Como quieras.

La voz de Santiago sonó grave, casi despreocupada, como si la decisión no le importara mucho.

Para sorpresa de Sofía, notó un matiz de sumisión en su tono. No pudo evitar mirarlo, entre extrañada y curiosa.

Él, en ese momento, seguía sirviendo la comida con total naturalidad, como si nada le afectara. Su presencia imponía, pero ya no sentía esa distancia helada que solía rodearlo.

Sofía apartó la vista y, en su mente, negó su propia suposición. Sus condiciones, después de todo, no eran nada complicadas. Y estaba segura de que Santiago tampoco quería enredarse demasiado con ella y Bea.

Al final, así era mejor para todos.

Mientras su cabeza daba mil vueltas, hizo un esfuerzo por mantener una expresión serena y relajada.

Sorprendentemente, la comida transcurrió sin sobresaltos, en una armonía inesperada.

Sofía era de poco apetito; con una sola porción se dio por satisfecha y dejó el cubierto a un lado.

El ambiente en la mesa se inundó de silencio. Solo se escuchaban los balbuceos de Bea y el sonido pausado de los cubiertos de Santiago golpeando el plato.

Santiago, atento a todo, notó que Sofía había dejado de comer y le dirigió la mirada a sus dedos, que jugueteaban nerviosos.

Capítulo 128 1

Capítulo 128 2

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