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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 146

La mirada de Santiago destilaba una obsesión enfermiza:

—Todavía no estamos divorciados, seguimos siendo esposos legales.

Apenas terminó de decirlo, apretó con fuerza la muñeca delgada de Sofía.

En cuanto sintió el contacto, Santiago percibió el frío helado de su piel, y su propio pulso se estremeció. ¿Por qué estaba tan fría, tan frágil? Algo dentro de él se removió, una mezcla de desconcierto y una punzada de dolor que ni siquiera se permitió reconocer. Sin embargo, no lo dejó salir, y en vez de eso, su voz se tornó acusadora:

—¿Desde cuándo andas enredada con Alfonso?

Apenas soltó la pregunta, el ceño de Sofía se marcó con fuerza. Lanzó una mirada extraña, casi incrédula, y la intensidad sombría que encontró en los ojos de Santiago la hizo retroceder un paso.

—Alfonso es mi amigo, nada más. ¿Y a ti qué te importa? ¿Ahora también quieres controlar mi vida personal?

El tono de Sofía rezumaba hartazgo y desafío.

—¿Amigos?

La imagen de los tres juntos, platicando y riendo como si fueran una familia cualquiera, cruzó la mente de Santiago. Recordó a Alfonso, siempre tan atento, inclinándose para ayudar a Sofía y su hija a acomodarse el vestido, y a Sofía, escuchándolo con una ternura que no pasaba desapercibida.

¿Amigos? Eso parecía más el retrato de una familia unida que una simple amistad.

Un brillo peligroso cruzó los ojos de Santiago, y sin quererlo, apretó aún más la muñeca de Sofía.

Ella sintió cómo el agarre se volvía más fuerte, casi doloroso. El enojo le subió hasta las mejillas y, con un movimiento brusco, lo apartó de un jalón.

Santiago no se lo esperaba y terminó retrocediendo un par de pasos, sorprendido por la fuerza de Sofía.

Cuando volvió a levantar la mirada, ella ya estaba cerca de la puerta.

—La cadena, llévatela.

Su voz sonó cortante, sin el menor esfuerzo por ocultar el desprecio que sentía hacia Santiago. Esa frase era como una navaja, queriendo cortar de una vez por todas el lazo entre ambos.

—Las cosas que yo regalo no las retiro —contestó Santiago, con un tono tan oscuro y dominante que hasta él mismo se sorprendió.

Esta vez, la miró directo a los ojos, y el significado era claro: no había espacio para discutir.

Ambos se quedaron callados, sus miradas se cruzaron en el aire. El silencio pesaba, y hasta la temperatura parecía haber bajado.

Pasaron varios segundos. Santiago fue el primero en apartar la vista, dio media vuelta y, mientras se alejaba hacia el estudio, soltó una frase al aire:

Capítulo 146 1

Capítulo 146 2

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