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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 147

—¡Riiiing!—

De repente, el sonido del celular rompió el silencio reinante.

Santiago echó una mirada despectiva hacia el aparato. Cuando vio el nombre “Alfonso” iluminando la pantalla, su expresión se volvió aún más compleja.

Sus pensamientos se arremolinaron, pero al final decidió contestar la llamada.

Para Santiago, Alfonso seguía siendo casi un niño.

Ese niño ya había crecido; ahora su voz tenía ese matiz grave y áspero tan característico de la juventud, y sonaba apurado.

—Tío, necesito pedirte algo —soltó Alfonso, directo, casi suplicante—. Por favor.

Apretó los labios, hablaba con una seriedad poco habitual en él.

Santiago alzó una ceja, sorprendido.

Ese sobrino suyo, destinado desde siempre a estar en la cima, nunca había necesitado bajar la cabeza ante nadie. Tenía un orgullo raro, imposible de disimular.

Y, sin embargo, hoy le estaba diciendo… “Por favor”.

Santiago cerró los ojos, cansado, pero no respondió de inmediato.

Alfonso, percibiendo la rareza del silencio, dudó por un segundo si la llamada seguía en pie. Pero el sonido marcado de la respiración al otro lado del teléfono le confirmó que su tío estaba ahí.

—Habla —la voz del hombre sonó áspera, como si arrastrara cada sílaba.

Alfonso parpadeó, desconcertado.

¿Por qué sentía que ese simple monosílabo iba cargado de un mal humor dirigido a él? Sacudió la cabeza, echando la idea a un lado. Al fin y al cabo, era su propio tío.

—La cadena de perlas que adquiriste en la subasta… Quiero comprártela, te ofrezco diez veces lo que pagaste.

Alfonso soltó la propuesta de golpe.

Del otro lado, Santiago dejó escapar una carcajada baja.

—¿Es por esa chica que te acompaña?

Alfonso se quedó mudo un instante; luego asintió con fuerza.

—Sí.

—¿Ella sabe lo que pretendes hacer?

—No necesita saberlo.

—¿Cuánto tiempo llevan conociéndose?

—Dos…

La conversación era rápida, preguntas y respuestas sin rodeos. Pero Alfonso se detuvo en seco, intrigado.

—Tío, ¿por qué preguntas tanto? ¿A poco conoces a Sofía?

Santiago guardó silencio, caminó despacio hasta el escritorio, y en medio de la quietud exhaló una bocanada de humo.

No podía negar el sentimiento incómodo que le hervía en el pecho: una mezcla inquietante de celos y confusión.

¿Por qué?

¿Por qué sentía eso?

Con el rostro oculto tras la neblina del cigarro, Santiago apenas podía descifrar sus propias emociones.

Se llevó la mano al pecho, intentando calmar el extraño latido. Era la primera vez en su vida que se sentía así de perdido.

—¿Tío?

Alfonso, al no recibir respuesta, volvió a llamarlo.

Capítulo 147 1

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