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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 150

Desde la llegada de Isidora, la casa se volvió un sitio incómodo para Sofía. Nadie la quería cerca, o al menos así lo sentía. Sin embargo, la actitud de su abuela nunca cambió. Si acaso, comenzó a mimarla y protegerla aún más.

Fue arrestada de manera tan abrupta que ni siquiera tuvo oportunidad de defenderse. En realidad, durante su año en prisión, no estuvo completamente sola.

A veces, Isidora aparecía por ahí solo para burlarse de ella, aprovechando cada ocasión para mencionar lo cercana que era con Santiago, como si quisiera clavarle una espina en el corazón.

Desde el día que fue encarcelada, Sofía perdió toda esperanza en Santiago.

Su actitud distante no lograba satisfacer a Isidora, quien, al no poder sacarle reacción, terminaba trayendo a colación a la abuela.

Solo cuando Sofía escuchaba rumores de que su abuela había cortado lazos con ella, de que estaba furiosa por el escándalo, mostraba alguna reacción.

En esos momentos, de espaldas a Isidora, apretaba los labios y hacía todo lo posible para no soltar ni un sollozo, aunque las lágrimas no dejaban de correrle por las mejillas.

Por aquellos días, Sofía soñaba con salir de prisión para arrodillarse a los pies de su abuela y, por fin, poder explicarle la verdad con sus propias palabras.

Ella no había hecho nada de lo que la acusaban. Todo era una farsa, una calumnia.

Siempre pensó que era la nieta en la que su abuela podía confiar ciegamente.

Pero… la vida no siempre concede lo que uno espera.

Cuando por fin recuperó su libertad, su abuela ya no estaba de este lado del mundo.

Los ojos de Sofía se llenaron de lágrimas y sus pestañas se humedecieron hasta brillar.

Pero en ese instante…

Sus manos temblaban sin control mientras sostenía el sobre.

La carta de su abuela decía que jamás creyó en todo lo que decían los demás. Que siempre confió, de forma testaruda y firme, en la niña que había criado desde pequeña.

Sofía apretó los labios con tanta fuerza que se lastimó, negándose a soltar el dolor.

Bea, percibiendo la tristeza de su mamá, estiró su manita con una dulzura increíble, acariciando el pecho de Sofía en un gesto tan tierno que parecía irreal, como si de algodón de azúcar se tratara.

No tenía fuerza, pero el simple contacto de Bea fue suficiente para calmar el dolor de Sofía, como si su hija tuviera el poder de sanar heridas invisibles.

Sofía sujetó la manita de Bea y la llevó hasta sus labios.

El aliento cálido de Sofía acarició la palma de su hija. Bea no protestó, solo balbuceó mientras limpiaba las lágrimas de su mamá.

Al notar que Sofía poco a poco se tranquilizaba, la persona encargada le habló con voz suave:

—De verdad entendemos por lo que está pasando. ¿Le gustaría tomarse un momento más? Podemos esperar un poco antes de continuar.

—No, mejor de una vez —respondió Sofía, limpiándose el rostro con decisión y poniéndose de pie.

El tiempo no se detiene.

Hay que mirar hacia adelante.

Y ahora que tenía a Bea, debía ser fuerte. No podía permitirse quedarse atrapada en el dolor del pasado.

El personal asintió con respeto.

—Perfecto. Pero la herencia que dejó la matriarca es considerable. Le pido que me acompañe a la sala de seguridad, por favor.

Sofía asintió y lo siguió sin decir palabra.

Los demás empleados se quedaron afuera de la sala, formando una especie de barrera, como si fueran guardaespaldas vigilando la entrada.

—Adelante —indicó el encargado, tras teclear el código de una puerta blindada y llevarla adentro.

Capítulo 150 1

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