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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 190

Ambos avanzaron poco a poco por un pasillo iluminado con destellos azulados, casi como si caminaran por el interior de un laboratorio futurista. A su alrededor, la gente se fue dispersando hasta que las voces y los pasos quedaron atrás, dejando solo la resonancia de sus propias pisadas.

Sin que ellos lo notaran, unos ojos profundos los siguieron en silencio desde la distancia. Aquella mirada los acompañó hasta que doblaron una esquina y desaparecieron de la vista. Solo entonces esa persona apartó la mirada, apretando los labios que, aunque delicados como pétalos de cerezo, se fueron quedando sin color.

—¿Era sobre Santiago?

Marcos preguntó en voz baja, asegurándose primero de que ya no había nadie cerca.

Al escuchar ese nombre, la sonrisa tranquila de Sofía se desdibujó. Aunque su boca conservó una ligera curva, su calma se tornó distante.

—Sí —respondió, y jugueteó con los deditos de Bea.

Marcos la miró con atención, luego dirigió la mirada hacia Bea, que seguía sujeta a la mano de Sofía.

Suspiró. Al levantar la vista, parecía perdido en recuerdos de otro tiempo.

—Cuando supe que estabas en la cárcel, fui a buscar a Santiago. Ese tipo... de veras, tiene el corazón de piedra.

Soltó una risa cargada de ironía.

—Después de eso, dejé mi trabajo en Grupo Cárdenas y me fui al extranjero —añadió.

Los dedos de Sofía temblaron apenas.

Jamás se había imaginado que así habían sido las cosas.

—Aunque, si te soy sincero, no estuvo tan mal. Los años que pasé en Grupo Cárdenas me dieron buena fama, y no tardé en recibir invitaciones de varios investigadores reconocidos en el extranjero.

Marcos lo dijo con naturalidad, como si no quisiera que Sofía sintiera que le debía algo.

—¿Y por qué decidiste regresar al país?

La voz de Sofía sonó suave, casi como una caricia.

—Hay un material que se está produciendo en Nueva Castilla. El instituto principal planea abrir aquí una sede y me ofrecí para encargarme.

El tono de Marcos era directo, sin vueltas.

Sofía, sin poder evitarlo, recordó cómo todos los que cruzaban caminos con él lo saludaban con respeto. En solo un año, Marcos había crecido aún más, se había vuelto alguien admirable.

Como amiga, se alegraba de corazón por él, pero también bajó la mirada para esconder esa chispa de tristeza que la atravesó. Después de todo, ambos habían sido líderes de los mejores departamentos en Grupo Cárdenas; estaban a la par, hombro con hombro.

El tiempo había pasado, y ahora parecían tan cercanos... y a la vez tan lejanos.

Sofía no supo bien cómo definir lo que sentía. Había algo de nostalgia, una pizca de resignación.

Marcos captó de inmediato el bajón en el ánimo de Sofía.

—¿Todavía te gustaría ejercer como abogada?

La pregunta la tomó por sorpresa.

Ella no respondió de inmediato, miró a Marcos con confusión, sin entender bien a qué se refería.

—Me quitaron la licencia —explicó, deteniéndose un momento—. No pude limpiar mi nombre por lo que pasó hace un año. Ya no puedo acercarme a esa profesión, que siempre he considerado casi sagrada.

Tenía razón Marcos. No iba a dejar que la mancha de hace un año la persiguiera siempre, mucho menos iba a renunciar a su carrera. Cuando todo se aclarara, volvería a brillar en su profesión.

Los ojos de Sofía resplandecieron con una energía renovada.

Marcos también se quedó mirándola, fascinado por el brillo en su mirada, más intenso que cualquier diamante que hubiera visto.

Desvió la mirada, disimulando.

Después, ambos continuaron recorriendo el laboratorio. Marcos le explicaba con paciencia cada detalle del lugar.

Sofía se sentía como si fuera una abuelita explorando una feria tecnológica: todo le resultaba sorprendente y novedoso.

Caminaron hasta el final del pasillo, donde una luz blanca los guiaba hacia el exterior.

Apenas salieron, una joven los esperaba junto a la puerta, abrazando un montón de documentos. Tenía el rostro fresco y juvenil, con mejillas redondas y suaves. Sin embargo, sus ojos, de mirada afilada, le daban un aire menos inocente.

—Dr. Gil, ¿y ella quién es?

La joven levantó la cabeza, primero enfocando a Sofía, y luego lanzando una mirada discreta a la niña en brazos de Marcos.

—Ella es mi asistente en prácticas, Olivia Ardila —dijo Marcos, presentando a la joven ante Sofía, sin responderle directamente.

Sofía, con amabilidad, asintió hacia Olivia.

—Hola, soy Sofía. Soy amiga del Dr. Gil.

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