—Dr. Gil— esas palabras salieron de los labios de Sofía con un matiz tan suave que era difícil de describir.
Marcos le lanzó una mirada de reproche.
¿Entre ellos había confianza suficiente como para andar con esas formalidades? Al final, se portaba toda educada.
Sofía estaba de buen humor. De manera inusual, se animó a hacer una broma. Al encontrarse con la mirada agraviada de Marcos, apenas pudo aguantarse la risa y arqueó una ceja con picardía.
Las miradas iban y venían entre los dos, y eso no pasó desapercibido para Olivia, cuyo semblante se oscureció de golpe. Bajó la cabeza y dejó que sus gafas gruesas se deslizaran un poco, ocultando gran parte de su rostro.
—Dr. Gil, esto es el informe del laboratorio que acaban de traer de abajo.
Subió un poco la voz y le pasó el informe a Marcos.
La actitud directa de Olivia hizo que Marcos frunciera el entrecejo, pero no dijo nada. Solo extendió la mano y tomó el informe.
—Ya entendí, puedes regresar.
Olivia, sin embargo, no se movió. Parecía que sus piernas se hubieran quedado clavadas al piso.
Sin levantar la cabeza, insistió con terquedad:
—El director quiere que lo revise cuanto antes y que le dé una respuesta.
El comportamiento extraño de Olivia ese día hizo que Marcos la mirara un par de veces más de lo habitual.
Al notar la atención de Marcos, Olivia se tensó todavía más, retorciendo nerviosa las manos.
Sofía miró a ambos y fue la primera en romper el silencio:
—Si tienes que hacer algo, adelante. Ya está oscureciendo y yo también debo apurarme para regresar.
—Perfecto, te espero la próxima vez que vengas.
Marcos apretó los labios, pero cuando miró a Sofía, su expresión se suavizó, mostrando un lado amable que Olivia nunca antes había visto en él.
Sofía tomó a Bea de los brazos de Marcos y se marchó a paso firme.
Ya casi era de noche y el viento soplaba de vez en cuando, haciendo que la falda de Sofía ondeara como una flor de lirio en pleno apogeo, acentuando su figura esbelta y su andar elegante.
En los ojos de Olivia cruzó rápidamente una sombra de sentimientos oscuros y complejos; la envidia brotaba en su corazón como una espina.
Sin Sofía presente, Marcos volvió a su actitud seria y reservada.
Revisó el informe por encima y miró de reojo a Olivia, pero no dijo palabra y se dirigió con paso rápido hacia el laboratorio.
Olivia, inexpresiva, lo siguió sin decir nada.
...
Sofía volvió a subir al carro de Marcos. Para ese momento, el chofer ya se sentía con la confianza suficiente para platicar con ella.
—Señorita Rojas, ¿usted acaba de divorciarse?
El chofer conocía bien el carácter de su jefe y nunca lo había visto tan pendiente de alguien.
Sofía tardó un instante en responder, pero luego volvió a mostrar una sonrisa apacible:
—Mi esposo falleció.
El chofer se quedó pasmado y luego, con un acento torpe en el idioma de Nueva Castilla, soltó una disculpa.
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