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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 74

Por suerte, adentro todavía había algunos abogados novatos con buen corazón que, disimuladamente, ayudaron a Sofía. Así fue como logró sacar a Joel del privado.

No levantó la vista ni por un segundo, y mucho menos se detuvo a pensar en las miradas curiosas que la seguían a sus espaldas.

—¿Quién era esa mujer? ¿Joel ya tiene novia?

La mujer de aspecto llamativo entrecerró los ojos con desconfianza.

La mirada de Luciano también se quedó clavada en la figura de Sofía que se alejaba.

A pesar de que esa mujer vestía ropa sencilla y común y llevaba cubrebocas que le tapaba la cara, la silueta de su cuerpo, esbelta aún bajo prendas holgadas, tenía un aire hogareño y al mismo tiempo inocente, ese contraste le hizo brillar los ojos.

—Por fuera todos dicen que él es un santo, y resulta que ya tenía a alguien escondida por ahí.

—Ahora sí me muero por ver qué carita se esconde bajo ese cubrebocas.

Luciano apretó los dientes, lleno de celos.

La mujer volvió la mirada, sus ojos, cada vez más oscuros, siguieron el rastro de Sofía hasta perderla de vista. Después, desvió la atención hacia un rincón más tranquilo del salón, sintiendo un cosquilleo de preocupación.

El presidente Cárdenas le había pedido que le diera una lección a Joel. Esperaba no haber arruinado todo...

Si tenía que culpar a alguien, esa mujer había llegado demasiado rápido.

El hombre elegante, con su actitud distante, sólo permitía ver de su perfil un rostro tan fino que parecía esculpido.

Santiago no apartaba los ojos de Sofía, su mirada se hacía cada vez más profunda, casi como un pozo oscuro, y el ambiente a su alrededor se sentía helado.

Jaime estaba parado detrás de él, tan quieto que parecía fundirse con la sombra.

—Síguela.

La voz de Santiago sonó grave y dejó escapar una risa cargada de peligro.

A Jaime le recorrió un escalofrío y, sin pensarlo, salió corriendo tras ella.

...

Mientras tanto, afuera del bar, Sofía enfrentaba otro problema.

—Señor, ¿me podría ayudar?

Habló en voz baja, porque el peso de Joel sobre su hombro era demasiado.

Por suerte, el chofer era muy amable y enseguida se acercó a ayudar, acomodando a Joel en el asiento trasero con todo el cuidado del mundo.

En cuanto Sofía se liberó de ese peso, soltó un suspiro de alivio.

—¿Es tu novio, jovencita? ¿Se pelearon? ¿Por eso vinieron a tomar tan tarde?

El chofer soltó la pregunta en tono de broma.

Sofía sonrió, incómoda, y estaba por explicar cuando notó que Joel fruncía el ceño de repente.

Algo en su interior le advirtió que la cosa no estaba bien. A la luz de los letreros de neón que entraban por la ventana, vio que el rostro de Joel se había puesto pálido, y los labios, completamente sin color.

Jamás había visto a alguien con los labios tan descoloridos.

—¡Señor! ¡Llévenos al hospital más cercano!

—Perforación de estómago.

—Con tanto alcohol de un solo golpe, cualquiera termina así.

Se le marcó el enfado en la cara y el tono cargado de reproche.

—¿Por qué los jóvenes tienen que jugar con su salud cada vez que discuten?

—Perdón, perdón por todos los problemas...

Sofía se quedó sin palabras, pero no tenía tiempo ni para defenderse. Solo sintió un fuerte remordimiento y agachó la cabeza, resignada a escuchar el regaño.

Al ver su actitud obediente, la enfermera finalmente se calmó.

—La operación ya terminó. Sólo tiene que quedarse unos días en observación.

Sofía asintió varias veces con rapidez.

No pasó mucho cuando sacaron a Joel en la camilla. Aunque seguía con mala cara, ya se le notaba algo de color en las mejillas.

Ella fue rápido a pagar la hospitalización con el fajo de billetes que traía encima, calculando que sería suficiente.

Ya era de madrugada, y en el hospital sólo quedaban encendidas las luces rojas de urgencias y el verde pálido de los pasillos de emergencia.

Sofía caminaba sola por ese pasillo oscuro, rodeada de silencio, escuchando el latido de su propio corazón.

De pronto, sintió que alguien se detenía a sus espaldas.

—Señora.

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