El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 79

Apenas Jaime terminó de hablar, los ojos de Sofía se apagaron y soltó una risa amarga, cargada de ironía.

Bien.

Si así lo quieren, que sea como ustedes dicen.

Después de todo, ella ya había pasado un año en la cárcel; su dignidad se había hecho trizas mucho antes.

Si perder unas cuantas cosas podía asegurar el bienestar de sus amigos, entonces ni modo.

Apretó los puños con fuerza, dejando que las uñas se hundieran en su piel, como si así pudiera contener el dolor que le desgarraba el pecho.

—Señorita, mira… —Isidora se inclinó hacia Sofía, acercando los labios a su oído.

El aliento cálido de Isidora le rozó la oreja, pero para Sofía fue como si una serpiente venenosa le susurrara, lista para arrastrarla al abismo.

—Traicionaste a la empresa, tocaste el límite de Santi. ¿Acaso todavía crees que siente lástima por ti? —susurró Isidora, con una voz tan cortante que helaba los huesos.

Al escuchar esto, Sofía abrió los ojos de par en par, sorprendida.

Pero la presión de la mano de Isidora sobre su hombro le ahogó cualquier reacción.

Isidora soltó una carcajada baja, sus ojos relucían de burla.

—¿Y qué si soy yo la que lo dice? ¿Crees que Santi te creería?

Después de lanzar esas palabras, Isidora se enderezó con elegancia.

Sofía siempre había sido más alta que Isidora, pero desde que salió de prisión no se había puesto tacones ni una sola vez.

Ahora, Isidora, con sus tacones, levantaba la barbilla con satisfacción y la miraba desde arriba, como si Sofía no fuera más que una sombra de lo que había sido.

Una ola de arrepentimiento la envolvió, sintiéndose perdida, como si cayera en un pozo sin fondo.

Se mordió los labios, reprendiéndose por casi haber soltado la verdad de aquel día.

Pero… ¿quién le creería?

Tragó saliva, sintiendo el sabor metálico en la boca. La chispa que aún le quedaba en los ojos se apagó y sólo quedó una sombra gris.

Giró sobre sus talones, sin decir nada.

Jaime se sorprendió y corrió tras ella, mientras Isidora, tras dudar un instante, también los siguió.

...

El lobby del Grupo Cárdenas era amplio y luminoso, con empleados y visitantes entrando y saliendo, creando un flujo constante de personas.

—¡Pum!—

Sofía se arrodilló, recta y decidida.

El sonido fue nítido, aunque en medio del bullicio apenas se notó.

Jaime sintió un escalofrío recorrerle la espalda, como si algo estuviera a punto de romperse en el aire.

Sin perder tiempo, sacó su celular para avisarle al presidente Cárdenas.

Poco a poco, la gente empezó a disminuir el paso, lanzando miradas curiosas hacia Sofía.

El piso de cerámica irradiaba frialdad, y el dolor en las rodillas le calaba hasta los huesos. Pero lo peor eran las miradas intrigadas y los celulares alzados, listos para capturar cualquier detalle.

[¿Qué está haciendo esa mujer aquí? ¿No sabe dónde está?]

[¿Será que vino a armar escándalo? ¿No irán a soltar una bomba en las noticias?]

[—Hmmm— esa silueta… ¿no se parece a…?]

Los murmullos se mezclaban con el ruido general, pero algunos ya comenzaban a sospechar.

—Jaime, haz que se quite el cubrebocas —ordenó Isidora con una sonrisa torcida, sus ojos brillando de emoción.

[…¡Es la abogada Rojas!]

Alguien se tapó la boca, ahogando el grito.

Pero en ese silencio, la exclamación resonó como un trueno.

Todos miraban a la mujer en el centro, cabizbaja, como si la hubieran despojado de todo.

Sofía trató de mantener la compostura, pero el frío y el dolor de las rodillas se mezclaban con la vergüenza.

En ese instante, volvió a sentirse como en prisión: despojada de toda dignidad.

Cerró los ojos y soltó una risa amarga, rota.

—¿Todavía puede reírse en este momento?

—No por nada se atrevió a robar los archivos del presidente Cárdenas, ¡qué descarada!

—Señorita, tu risa da pena, hasta parece que preferirías llorar.

Isidora soltó una carcajada, tapándose la boca.

Jaime sintió un nudo en el pecho. Para él, la señora no estaba riendo… estaba llorando por dentro.

No, era peor que llorar.

Si el presidente Cárdenas se enteraba de esto…

Rápido, le mandó un mensaje:

[Sofía está aquí, de rodillas en el lobby.]

La respuesta no se hizo esperar:

[¡Ya estoy afuera!]