Estaba molesto, sentía que en mi cabeza se había posicionado un dolor que estaba por explotar mi cabeza. Ya había pasado diez minutos desde el tiempo que le di para llegar a mi secretaria y ello, me estaba enojando aún más.
De repente, suena mi teléfono y veo el número de mi padre, sabiendo de lo que puede querer hablarme, desvío la llamada, pero casi de inmediato, llama Samantha, una de mis conquistas y la que menos me molesta.
Curioso por su llamada, contesto la misma teniendo en mente que ella pueda liberar todo el estrés que la mañana me ha causado.
— Que milagro que estés llamándome, mi querida Samantha. — digo intentando mostrarme calmado.
— ¿Es verdad lo que dicen en las noticias? — pregunta ella directamente
— ¿Noticias? ¿De qué noticia me hablas?
— De tu divorcio y como la causa de este es tu esterilidad. — anuncia Samantha haciendo que la ira que estaba intentando controlar, fluya fuera de mi cuerpo como una fuente de agua que libera todo el líquido de su interior de una manera majestuosa.
Es solo que, en el caso mío, era todo, menos majestuosa. Yo ni siquiera me preocupé en responder, sino que, colgué la llamada y busco en el navegador mi nombre. De inmediato, aparecieron varios artículos sobre la conversación que hace más de una hora había tenido con mi esposa.
Entre las noticias, había una fotografía de mi esposa siendo interrogada saliendo de la clínica de fertilidad y como en cursiva, decía con sus propias palabras que la causa del divorcio era la esterilidad de su esposo, es decir, yo.
Nuevamente, la llamada de mi padre volvió a aparecer en el teléfono y con él, varios mensajes que me enojaron aún más, al punto de estrellar el teléfono contra el suelo.
Cuando lo hago, el ascensor se detiene en mi piso y yo imploro que no sea mi padre o alguien más que desee saber sobre la veracidad de lo que mi esposa había anunciado sin mi consentimiento.
Por fortuna, no era mi padre, sino, mi secretaria impuntual quien hiperventilaba por correr hacia mí. Se veía bastante agitada, pero eso no me importaba. Ya que, era su problema venir tarde al trabajo y el saber el motivo de ello, me tenía sin cuidado.
En estos momentos, no quería ver a ninguna mujer cerca y menos, si es torpe e impuntual. Justamente, como es mi secretaria.
— Por fin se digna a llegar, señorita Morgan. — digo intentando sonar calmado, pero la vena a punto de explotar en mi frente y la mirada llena de enojo que me causa ardor, decía todo, menos calma.
— S-señor Delacroix, lamento haber llegado…
— ¿Tarde? ¿Lo lamentas? Señorita Morgan, a usted debería llamarle señorita impuntualidad y regalarle como día de la secretaria, un reloj y un mapa. Pero dudo que su torpeza le ayude a saber siquiera la hora con ese regalo — la ataco.
— Señor, Delacroix. Cuando usted asumió la presidencia, su padre le dijo delante de mí que yo estaba estudiando. Como estudiaba fuera del horario laboral, no iba a haber problemas con mi rendimiento durante el día. Pero por consideración a mi situación, podría entrar una hora más tarde de lo normal y salir una hora más temprano para llegar a mis clases.
>>Por lo que, no he sido impuntual. Sino que usted desea que cuando usted llegue yo estar aquí y para ese momento, escasamente estoy terminando mis clases. Por lo que, llegar aquí en un minuto cuando estudio al otro extremo de la ciudad, es imposible. Pero, me esfuerzo en venir pronto y por eso, llego antes de la hora de mi llegada pactada.
— ¿Entonces debo agradecer que llegues media hora después de mí en vez de una hora? — pregunto con evidente molestia. — No voy a seguir discutiendo con una subordinada.
>> Si tan poco tiempo tienes para trabajar, recoge tus cosas y dedícate solo a estudiar. Así, yo busco una secretaria capacitada y no tengo a alguien como tú cerca de mí. — respondo enojado.
— Señor, yo entiendo que pueda estar enojado por haberme retrasado en mi llegada. Pero estaba lejos de aquí y no pude llegar a tiempo por el tráfico.
— Hoy es domingo, ¿Dónde pudiste estar si no tienes clases?
— Estaba en una… cita médica.
— ¿Me estás diciendo que hoy domingo te ha visto un doctor? — pregunto incrédulo
— Si, señor. Me vio mi ginecóloga y ella solo podía atenderme hoy.
Narrador omnipresente
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