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Ganas de verte crecer romance Capítulo 2

La villa de la familia Encinas se encontraba a medio camino de la montaña. Era la primera vez que Grecia visitaba el lugar. Al bajar del carro, siguió a Dante hacia el interior.

La propiedad era enorme. Apenas cruzaron el portón principal, se toparon con un estacionamiento amplio. Más adentro, se extendía un jardín lleno de flores, y tras un largo corredor, al fin se veía la entrada principal de la casa.

El mayordomo esperaba de pie junto a la puerta.

—Señor.

Dante no perdió tiempo.

—¿Cómo está Carlitos?

El mayordomo respondió con tono respetuoso:

—El pequeño se sentía un poco mal. La señorita Montes llegó hace un rato y no se ha separado de él, parece que ya está mejor.

Grecia caminaba un par de pasos detrás, bajando la mirada.

Señorita Montes, Anaís Montes, la novia de Dante.

Se decía que, hace años, los dos estaban completamente enamorados y que, después de una de esas fiestas, planeaban anunciar su compromiso. Pero esa misma noche ocurrió el incidente con ella.

Desde entonces, nadie sabía si se había enfriado la relación o si había sido otra cosa, pero el asunto de la boda nunca más se tocó y siguió en el aire hasta ahora.

Dante solo asintió y continuó caminando, sin decir nada más.

En el tercer piso de la casa principal, justo en el descanso de la escalera, había un equipo para desinfectarse.

Una empleada aguardaba ahí. Al ver que Dante subía, se apresuró a aplicarle el desinfectante por todo el cuerpo. Cuando sus ojos encontraron a Grecia, vaciló un instante.

—Ella también va a entrar —ordenó Dante.

La empleada bajó la mirada y repitió el proceso con Grecia.

El cuarto de Carlos estaba al fondo del pasillo. Antes de llegar, ya se escuchaba una conversación suave desde adentro.

La voz de una mujer acariciaba el aire:

—¿Todavía te sientes mal?

El niño murmuró:

—Un poquito.

La mujer rio con ternura.

—Entonces deja que mamá te sobé otro rato.

El niño, educado, respondió:

—Gracias.

Dante abrió la puerta.

—Carlitos.

Grecia se quedó en la entrada, observando. El cuarto era espacioso y la luz entraba a raudales. Ahí, junto a la cama, estaba el niño de las fotos, recostado en brazos de una mujer.

Capítulo 2 1

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