Herederos para el Enfermo CEO romance Capítulo 1

Nueva York, Estados Unidos.

La joven que hacía la limpieza en una de las torres residenciales más altas de Manhattan, se inclinó para tomar el cable de la aspiradora y revisar porque dejó de funcionar. Justo en ese instante la punta de unos deslumbrantes stilettos rojos, lo pisó.

Retiró los audífonos con los que escuchaba música y elevó su mirada con lentitud, distinguiendo una gran elegancia en las prendas que portaba aquella desconocida mujer, hasta que sus ojos color marrón admiraron su larga, lacia y dorada cabellera. En ese momento se irguió quedando frente a ella.

La rubia mujer de piel de porcelana, se retiró sus finas y costosas gafas de sol, para poder verla con todo el desprecio que su azulada mirada podía.

—Madison, ¿verdad? —aquella bermeja fémina cuestionó con mucha dureza.

Una electrizante sensación de escalofrío recorrió a la humilde muchacha.

—Sí, soy yo —respondió con voz temblorosa. — ¿Quién es usted?, ¿Qué está haciendo aquí?, ¿Cómo entró?

Aquella atractiva mujer carcajeó,divertida. Caminó con garbo y elegancia rodeando el cuerpo de la joven, mientras lo hacía la miró con desdén de arriba hacia abajo.

—Aquí las preguntas las hago yo —enfatizó con altanería—. Solo hay una que quiero saber: ¡¿DESDE HACE CUÁNTO TIEMPO TE ESTÁS REVOLCANDO CON MI MARIDO?!

Madison sacudió su rostro completamente confundida.

— ¿De qué me está hablando? —cuestionó con los ojos abiertos de par en par.

—Vaya que eres cínica —gruñó—. Tomó su móvil y le mostró la imagen de su pareja. — ¿El rostro de ‘mi James’ te parece familiar?

La respiración de Madison se entrecortó.

— ¡¿Está casado?! —exclamó con dificultad.

— ¿Acaso pensaste que un príncipe como él seguiría soltero y se fijaría en una… muerta de hambre como tú? —la señaló con su dedo índice—, a leguas se te nota lo corriente y pobretona que eres. Debo reconocer que el uniforme que portas de afanadora, te sienta bastante bien —se mofó.

—El dinero no lo es todo —refutó sin poderse escucharse con fuerza.

— ¿Y por qué crees que mi esposo te tomó para divertirse un tiempo? —ladeó los labios con malicia—, ni siquiera podría llamar a esto una aventura, porque no es un hombre de malos gustos. —La barrió con su fría mirada—, no eres la primera —puntualizó—, pero te aseguro que serás la última.

— ¡Ya basta! —se retiró el pulcro delantal que usaba como parte de su uniforme, tomó su pequeño bolso, y se giró en su eje—, no tengo porque seguir escuchándola. —Dio un par de pasos hacia la puerta percibiendo como sus piernas temblaban literalmente como una gelatina.

—Por tu propio bien, tendrás que hacerlo —advirtió—, además, le puse llave a la puerta. —Las sacó del bolsillo de su abrigo y se las mostró.

Madison intentó con todas sus fuerzas abrir, sin poder hacerlo, su corazón se agitó temiendo por su integridad, entonces un par de lágrimas corrieron sobre sus mejillas.

— ¿Qué es lo que quiere? —cuestionó volteando para encararla.

—Parece que a las… de tu clase no les enseñan a hablar con propiedad. —Se acercó a la joven, quien se arrinconó en la puerta. — ¿Qué es lo que desea… señora Moore?

Madison se sintió como un animalito acorralado, ante ella, aunque intentaba no llorar, no pudo evitar hacerlo frente a ella.

CAPÍTULO 1. ALAS ROTAS 1

CAPÍTULO 1. ALAS ROTAS 2

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