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Herencia de Poder romance Capítulo 10

El murmullo comenzó en una cena privada en Las Lomas. Una socialité, famosa por conseguir siempre lo último antes que nadie, apareció con un broche exquisito: una mariposa monarca con alas de seda bordada y un cuerpo de obsidiana pulida. Cuando le preguntaron por el diseñador, sonrió misteriosamente y solo dijo el nombre: "Mariposa Monarca". A la semana siguiente, en la inauguración de una galería de arte en la Roma, la esposa de un banquero lució unos pendientes que eran la comidilla de la noche. El susurro se hizo más fuerte. "Mariposa Monarca" no tenía página web, ni redes sociales, ni relaciones públicas. Era un fantasma, y eso la convirtió en la marca más codiciada de la noche a la mañana. Las mujeres más influyentes de la ciudad competían por descubrir cómo conseguir una de sus piezas.

La noticia llegó a oídos de Ariadna Villarreal. Como la reina no oficial de la escena social de la Ciudad de México, su guardarropa era su armadura y su declaración de poder. Se enorgullecía de su gusto impecable y de su acceso a las casas de moda más exclusivas del mundo. La existencia de una marca de la que no sabía nada, y a la que aparentemente no podía acceder, era una afrenta personal.

—¿Mariposa Monarca? —preguntó con desdén a su asistente mientras revisaban invitaciones en su penthouse con vistas al Bosque de Chapultepec—. Probablemente alguna diseñadora emergente con ínfulas. Averigua quién es y consígueme una cita. Quiero ver si su talento justifica tanto misterio.

Pero su asistente volvió con las manos vacías. No había un número de teléfono público, ni un correo electrónico de contacto. La marca operaba a través de referencias personales y invitaciones directas. La frustración de Ariadna creció. Mientras tanto, en "El Nido del Fénix", Ximena supervisaba el envío de las primeras invitaciones oficiales. No eran para una pasarela, sino para una presentación exclusiva y privada en una ubicación secreta. La lista de invitados era un quién es quién de la élite mexicana: empresarias, artistas, filántropas y algunas socialités cuidadosamente seleccionadas por su influencia genuina.

Ximena revisó la lista final. El nombre de Ariadna Villarreal estaba en ella, pero lo tachó con un trazo firme y deliberado. Luego, añadió otro nombre al final de la lista de "excluidos": Regina de la Mora. Sabía que la noticia de la presentación llegaría a oídos de ambas. Sabía que ser excluidas de un evento al que todas las personas que importaban asistirían sería una humillación pública para mujeres como ellas, cuya identidad se basaba en su estatus y exclusividad. No era solo una estrategia de marketing. Era el primer disparo en una guerra que se libraría no en salas de juntas, sino en los salones y eventos donde se tejían y deshacían las reputaciones. Ximena no solo estaba construyendo una marca de moda. Estaba forjando un arma. Y acababa de elegir a sus primeros objetivos.

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