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Jefe Irresistible: Rendida a su Pasión (de Maria Anita) romance Capítulo 14

Le conté a Marina cómo sucedieron las cosas con el padre de mi hijo, cómo esa experiencia fue increíble y cambió mi vida, y cómo después de eso decidí no involucrarme con nadie más. Ella me miraba sonriendo, pero de repente recordó algo que borró su sonrisa y dijo:

—Hablas igual que Alessandro. Él también se cerró al amor. Había conocido a una chica y estaba con ella cuando recibió la noticia de la muerte de sus padres. Se quedó destrozado. Cuando la buscó de nuevo, ella había desaparecido como el humo. Intentó encontrarla, pero no pudo y todavía no lo supera.

—Mari, ¿cómo murieron sus padres? —pregunté curiosa.

—Tuvieron un accidente en helicóptero cuando volvían de una fiesta. El padre de Alessandro recibió información de la empresa y tuvo que regresar de urgencia. Alessandro se quedó en la fiesta con la chica, sus padres no lo encontraron para despedirse y le dejaron un mensaje con los padres de Patricio. Pero en la misma fiesta, Ale recibió la noticia del fallecimiento de sus padres —Mariana habló con tristeza en su voz—. Ese muchacho nunca volvió a ser el mismo. Y nunca más se involucró con ninguna mujer, sale con una u otra, pero no pasa de una noche sin importancia para él.

—Ahora entiendo por qué es tan serio. Debe haber sido muy difícil —comenté sintiendo pena por su dolor.

—Lo fue, todavía no estaba preparado para asumir la empresa, pero tuvo que hacerlo. Era eso o dejarla en manos de Junqueira, que ya era director financiero y tenía la capacidad para asumir la presidencia, pues trabajaba muy cerca del padre de Alessandro. En esa época, Ale era el vicepresidente, pero su padre siempre estaba a su lado enseñándole todo. Decidió que no dejaría su legado en manos de extraños y que como fuera asumiría la presidencia. Recuerdo que Junqueira se puso muy nervioso, dijo que no podría manejarlo, que solo era un mocoso mimado y que quebraría la empresa. Tuvieron una pelea terrible y desde entonces solo tolera a Junqueira porque quiso mantener a todos los empleados que trabajaron con su padre. Junqueira pensó que se quedaría en la vicepresidencia, pero Alessandro trajo a Patricio; los dos siempre fueron amigos, como hermanos, y sus padres también eran muy amigos. Fue lo mejor que Alessandro pudo hacer. Los dos le dieron un soplo de vida a la empresa y creció aún más desde entonces. Patricio y yo somos lo más cercano que Alessandro tiene a una familia.

Meli y yo estábamos impactadas, Meli tenía los ojos llenos de lágrimas y le preguntó a Mariana:

—Pero Mari, ¿hace cuánto pasó esto?

—Cerca de tres años. Alessandro y Patricio ahora tienen treinta y un años, eran muy jóvenes cuando asumieron esa empresa.

—¿Y tú cuánto tiempo llevas ahí? —Meli era muy curiosa.

—Llevo treinta años con la familia Mellendez. Le cambié los pañales a ese muchacho. Empecé como secretaria de presidencia, tenía veinte años, me acababa de casar. Dos años después quedé embarazada y tuve gemelas. Un año después mi esposo me dejó por una mujerzuela vulgar. Crié a mis hijas sola y los padres de Alessandro me ayudaron muchísimo. Pronto me convertí en asesora del padre de Mellendez. Cuando él murió, ya estaba decidido que me iría a Londres para asumir la dirección de la sucursal de allá, pero no quise dejar a Alessandro y acordamos que, en cuanto él tuviera las riendas de la compañía en sus manos, me iría. Y ahora llegó el momento.

—Mari, no sabía que tenías hijos. ¿Viven contigo? —pregunté sintiéndome culpable por no haberme preocupado por conocerla mejor.

—No, viven en Londres. Se fueron a estudiar a Oxford y no volvieron, encontraron novios allá, se casaron y ya me dieron tres nietos hermosos —dijo mientras sacaba el celular para mostrar las fotos toda orgullosa—. Por eso me voy a Londres, para estar cerca de los míos. Pero me duele el corazón de dejar a Alessandro.

—Qué bueno, Mari. La familia es muy importante —dije pensativa, recordé a mis padres y sentí que la nostalgia me invadía—. Pero ¿el Sr. Mellendez no tiene más familia?

—Solo parientes muy lejanos con los que prácticamente no tiene contacto. Al igual que sus padres, Alessandro es hijo único. Pero, Cata, cuéntanos cómo fue conocer a tu jefe, porque según lo que me dijo Patricio fue intenso.

Meli enseguida arqueó la ceja llena de interés por la noticia. Les conté todo como sucedió y Mariana iba resaltando la historia con las partes que ella había presenciado. Fue muy divertido, nos quedamos ahí platicando, contando anécdotas y Meli nos hizo morir de risa al contar que su jefe mandó entregar un regalo para su madre y otro para una aventura, pero envió los paquetes intercambiados, así que la madre recibió una caja de juguetes sexuales y la chica recibió una caja con un rosario y una biblia. Y lo más gracioso es que las dos llegaron al mismo tiempo a la empresa para cuestionarlo y la madre se negó a devolver la caja de juguetes. Según contó Meli, fue hilarante.

—Tú sabes cómo soy, Meli, siempre pienso en las consecuencias de todo, nunca actúo por impulso, siempre me controlo, pero cerca de mi jefe parece que voy a perder el control. Siento que mi cuerpo arde, ¿sabes?

Mi amiga soltó una carcajada, puso su mano en mi hombro y mirándome a los ojos dijo:

—Amiga, eso se llama calentura.

Nos echamos a reír. Meli siempre veía todo tan simple. Pero era un consuelo saber que no me quedaría en la calle si este trabajo no funcionaba.

—Ah, Cata. Casi lo olvido, mi mamá me recomendó una niñera, porque ahora vamos a necesitar a alguien para emergencias. Así que ya la contraté, espero que no te moleste. Ella recogerá a Pedro de la guardería todos los días y se quedará con él hasta que lleguemos. Acordé que lo tendrá bañado y alimentado. Y los fines de semana, si es necesario también puede quedarse, además de las noches, en caso de que tengamos que ir a algún evento. Así que ya quedé con ella para que cuide a Pedro el sábado para que podamos salir un rato. Y no te preocupes, es excelente y fue mi niñera. Tiene mucha experiencia, ya conoció a Pedro y se llevaron muy bien. Mañana la conocerás. Y su sueldo corre por mi cuenta. Se llama Lygia.

—Meli, qué sería de mí sin ti. Estaba pensando que me quedaría muy ajustada para salir del trabajo a tiempo para recoger a Pedro de la guardería. Será genial tener a alguien que ayude con él. ¡Gracias! Pero déjame que yo pague el sueldo de Lygia.

—¡Ni lo sueñes! Yo lo pagaré. Es mi ahijado y soy yo la que quiere que puedas salir conmigo por las noches, así que yo pago.

Decidí no discutir, sería una pérdida de tiempo. Después vería una forma de compensarla. Pero fue un alivio que consiguiera esta niñera, y si su madre la recomendó, podría estar tranquila de que sería una excelente persona.

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