"Junqueira"
Me recosté en la cama y encendí un cigarro, soplando el humo y observándolo desaparecer. Sonreí y le dije a la mujer a mi lado:
—Felicitaciones, querida, estuviste excelente, una vez más. Voy a transferir dinero a tu cuenta para que te compres algo bonito —sonreí pensando en su marido que creía que ella era una santa—. Solo que no entiendo cómo el idiota de tu marido no sospecha de dónde viene tu dinero.
Miré a mi amante recostada a mi lado. No era la primera vez que me pasaba información y hacía trabajitos para mí, éramos amantes desde hace años y nadie nunca sospechó. Era disimulada y eso me gustaba. Ella soltó una carcajada cuando pregunté sobre su marido y, tomando el cigarro de mi mano, dio una calada y dijo:
—Mi marido es un idiota de verdad. Cree que todo lo que compro es falsificado y que uso bisutería. Es tan imbécil como Mellendez, que no ve lo que pasa bajo sus narices. Pero no entiendo cómo alguien tan idiota puede tener un imperio como el Grupo Mellendez, considerando que su padre también era un tonto que confiaba en todo el mundo —pensó un momento antes de concluir—: Aunque casi te atrapa. Si no hubiera sido por el accidente...
—Sí, Junqueira, el accidente vino como anillo al dedo, ¿verdad? Pero desafortunadamente ese mocoso arruinó mis planes, se suponía que él también debería estar en ese helicóptero. Pero, aunque siguiera vivo, yo tenía un plan para asumir la presidencia y rápidamente la empresa sería mía. Mi hija iba a enredar al tonto de Alessandro y controlarlo, conseguiría lo que tanto quiere, casarse con él. Pero ese amiguito cretino de Alessandro tenía que andar metiéndole ideas en la cabeza, tenía que atravesarse en mi camino. Y el patán de Alessandro asumió la presidencia y llevó a ese insoportable de Patricio a la vicepresidencia —me desahogué con amargura.
—Sí, eso retrasó tus planes, pero al final, dará lo mismo. Pero ¿cómo va a acercarse tu hija a él? ¡No la soporta! —me recordó un detalle que cambiaría pronto, aunque no soportara a mi hija, Alessandro no se resistiría o no tendría opción.
—En la fiesta de despedida de Mariana el viernes. Tú te encargarás de quitar a Patricio del camino, mi hija hace el resto —ordené.
—Déjamelo a mí. Tengo que irme, mi maridito debe estar esperándome —dijo entre carcajadas—. Ten cuidado con lo que vas a hacer, no pueden sospechar de mí.
—Quédate tranquila, ni parecerá que sabes algo —dije sonriendo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Jefe Irresistible: Rendida a su Pasión