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La esposa misteriosa escondida detrás de él romance Capítulo 25

Todos los presentes estaban tan sorprendidos que todo el salón permaneció en silencio incluso después de que ella dejara de hablar.

El arte del latte siempre había sido estático, pero el de Ariadna era animado. Una taza de café era única, pero esa valía un poco más porque esos pocos segundos de animación podían venderse por miles.

Mientras la audiencia debajo estaba estupefacta, Valentín, en primera fila, fue el primero en aplaudir. No había exageración con «El florecer de miles de flores de árbol de pera alentado por la brisa nocturna de primavera», ya que lo que vieron expresaba justo eso. En ese momento, entendía por qué Ariadna había aceptado el desafío. No solo había curiosidad reflejada en la mirada de Valentín, sino también un dejo de admiración, ya que nunca se imaginó que esa muchacha tosca también podía exhibir tanta elegancia y delicadeza. ¿Qué más ocultaba ella que él no sabía?

El aplauso de Valentín hizo que la multitud recobrara los

sentidos.

-¡Maravilloso! Nunca he visto esta forma de arte del latte en mi vida. ¿Se puede patentar?

-Esto se va a hacer viral. Si publican el video, será un éxito rotundo en la industria del café.

-¿Es una estudiante de la Real Academia de Zaristas?

¿Cómo es que no puedo encontrarla en la lista de alumnos? ¿Será que no es de esa academia?

Hipólito estaba tan encantado de felicidad que casi pierde el control mientras saltaba.

-No es una estudiante de la Real Academia de Zaristas.

Es mi hija, Ariadna.

A su lado, Cintia ya estaba enrojecida por la furia, y no se daba cuenta de que apretaba tanto las manos que le sangraban al clavarse las uñas. Todo lo que podía hacer era mirar con furia a Ariadna en el escenario. «¿Por qué? ¿Cómo es que todo resultó de esta forma?» No había palabras para describir el odio que sentía. En menos de una semana desde el regreso de Ariadna, ella y Soledad ya habían perdido con Ariadna tres veces. Y cada vez, había sido una derrota apabullante. Esa zorra astuta de Ariadna le seguía quitando el protagonismo a su propia hija, a quien adoraba. Tenía que averiguar de qué madriguera había salido esa zorra como para destruir su escondite lo antes posible.

Al igual que Cintia, Soledad lucía como si estuviera por explotar de furia en el escenario, mientras el gran asombro que sentía al ver el florecer de las flores del árbol de pera, quedó reemplazado por una furia imposible de contener.

-¡Eres una mentirosa!

Soledad se acercó y tomo del cuello a Ariadna.

-¿No eres alguien que no bebe café? ¿Cómo aprendiste el arte del latte? ¡Mentirosa!

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