La expresión de Soledad rozaba el salvajismo, a lo que Ariadna respondió con un regaño serio.
—Te advierto que me quites las manos de encima.
Ella de verdad había sido públicamente educada con Soledad todo el tiempo.
Soledad clavó su mirada en Ariadna con nerviosismo; sus ojos parecían ocultar una bestia feroz dispuesta a comérsela viva. Aquella intimidante frialdad la conmocionó, ya que era algo que nunca había visto antes. Ariadna apartó la mano tranagresora de Soledad de su propio cuello y se dirigió hacia el presentador.
—Señor, creo que mi hermana está un poco agitada, así que lo mejor sería que la llevara detrás del escenario para que se calme.
Antes de que el presentador pudiera reaccionar, dos guardaespaldas vestidos de negro subieron al escenario y se posicionaron en ambos lados de Soledad antes de escoltarla hacia afuera. Ariadna se sintió un poco sorprendida por la aparición de esos dos hombres, ya que ella misma no llevaba guardaespaldas en ese viaje. Un segundo después, un hombre alto y robusto se acercó a ella con paso firme: era Valentín. Su rostro destacado y esculpido parecía inabordable sin una sonrisa, pero, quizás debido a la iluminación que había detrás de él, parecía un poco más agradable en ese momento.
—¿Esos dos guardaespaldas trabajan para ti? —preguntó Ariadna.
Valentín se detuvo a menos de medio metro de ella y extendió su mano derecha.
-Felicitaciones por ser la embajadora de la marca de café Ocaso, la cadena del Grupo Navarro. Haré que mi abogado se ponga en contacto contigo para conocer los detalles cuando llegue el momento.
Ariadna no alcanzó a responder ya que se volvió a escuchar la voz de Hipólito.
-Gracias por darle a Sol esta oportunidad, señor Navarro.
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