La frustración de Soledad se desató al ver lo falsa que era Ariadna y por ello se desmayó enseguida.
—¡Qué vergüenza! Rápido, llévala de vuelta al hotel —dijo su padre tras fruncir el ceño.
Cintia lo fulminó con la mirada al principio, pero enseguida ocultó el desprecio en su rostro y luego llamó a un camarero para que le ayudara a llevarse a Soledad. El patrocinador no esperaba que ella se desmayara y, justo cuando estaba a punto de distender la tensión, se acercó un grupo de patrocinadores que representaban a varias marcas de café.
—¿Te gustaría ser la embajadora de nuestra marca? Te recompensaremos muy bien —dijo uno de ellos.
-Elíjanos, señorita. Somos una marca de renombre mundial -repitió el otro patrocinador.
-¡Sí, claro! Como si nadie supiera que solo son una empresa que vende café instantáneo barato. —Otro patrocinador se burló, luego se dirigió hacia Ariadna y le dijo—: ¡Por favor, trabaje con nosotros!
Más y más patrocinadores de diferentes marcas se acercaron a ellos, algunos incluso comenzaron a pelearse en medio de la conmoción. La situación se descontroló tan rápido que incluso empujaron a Hipólito entre la multitud y este se quedó sin palabras.
«¿Estos patrocinadores se están peleando para que mi hija sea su embajadora? ¿Mi hija, la que se ha criado en el campo? Bueno, bueno, bueno... A pesar de haber crecido allí, tiene un gran carisma como yo; supongo que se parece a mí». Miró a su hija y asintió con una sonrisa.
-Esta es una tarjeta adicional, si has agotado las otras dos, aún puedes usar esta. Cómprate ropa bonita y arréglate, no te preocupes por el dinero.
Tras unos cuantos rechazos precipitados, ella aceptó. La tarjeta le sería de ayuda para investigar los activos circulantes de Hipólito; ella había contratado una vez a un detective privado para averiguar más sobre su madre, María. Al final se enteró de que ella tenía diez mil millones de liquidez de flujo de efectivo antes de fallecer, así que tenía curiosidad por saber cuánto poseía el Grupo Sandoval después de apoderarse del Grupo Morales.
Ariadna y su familia pronto tomaron un vuelo y, en un abrir y cerrar de ojos, llegaron de nuevo a Distrito Jade. No interactuaron al salir del aeropuerto; Hipólito tenía que irse a trabajar, así que su chofer ya estaba esperando allí para recogerlo. Mientras esperaban su auto para volver a la mansión, Soledad ya no podía contener su ira, entonces le lanzó una mirada a Ariadna y le advirtió:
—Mi paciencia tiene un límite, será mejor que tengas cuidado.

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