-¡Gracias, padre! -exclamó Ariadna mientras asentía y fingía una expresión inocente y feliz-. Me daba miedo ir allí sola.
Hipólito estaba encantado; se sentía bendecido por tener una hija tan fácil de manipular.
-Iremos al Grupo Navarro mañana a las diez de la mañana -dijo el hombre mientras se incorporaba y tomaba el contrato-. Te llevaré al estilista dos horas antes. Es un poco tarde, así que me iré a dormir ahora. Tú también deberías ir a dormir temprano.
-Padre, aún no puedo dormir. ¿Puedo leer en tu estudio? -preguntó Ariadna mientras aprovechaba la oportunidad.
Hipólito dudó unos instantes antes de asentir:
-Claro, pero solo puedes leer los libros del lado izquierdo de la estantería. No toques las otras zonas.
-De acuerdo, padre -respondió Ariadna.
Cuando Hipólito se marchó, la expresión obediente de la joven desapareció. Se incorporó y cerró la puerta antes de voltear para escudriñar la habitación.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La esposa misteriosa escondida detrás de él