-¡Gracias, padre! -exclamó Ariadna mientras asentía y fingía una expresión inocente y feliz-. Me daba miedo ir allí sola.
Hipólito estaba encantado; se sentía bendecido por tener una hija tan fácil de manipular.
-Iremos al Grupo Navarro mañana a las diez de la mañana -dijo el hombre mientras se incorporaba y tomaba el contrato-. Te llevaré al estilista dos horas antes. Es un poco tarde, así que me iré a dormir ahora. Tú también deberías ir a dormir temprano.
-Padre, aún no puedo dormir. ¿Puedo leer en tu estudio? -preguntó Ariadna mientras aprovechaba la oportunidad.
Hipólito dudó unos instantes antes de asentir:
-Claro, pero solo puedes leer los libros del lado izquierdo de la estantería. No toques las otras zonas.
-De acuerdo, padre -respondió Ariadna.
Cuando Hipólito se marchó, la expresión obediente de la joven desapareció. Se incorporó y cerró la puerta antes de voltear para escudriñar la habitación.
Existían dos posibilidades: o bien Hipólito no tenía una foto porque tenía miedo de provocar los celos de Cintia, o bien no sentía nada por su madre. De hecho, incluso podría haberla detestado. Era imposible que tuviera miedo de los celos de Cintia, ya que su ego machista ignoraría las estupideces de su segunda esposa. Por lo tanto, la última explicación parecía la más correcta. Por supuesto, existía otra alternativa: Hipólito tenía tanto miedo de la madre de Ariadna, que ni siquiera se atrevía a mirar su fotografía. Sin importar si era el segundo o tercer motivo, ambos demostraban que la muerte de su madre estaba estrechamente relacionada con Hipólito. Aunque otros afirmaban que la madre de Ariadna se había suicidado debido a una depresión, era imposible que alguien en esas condiciones dijera a su hija que «huyera rápido» y «se vengara» por ella.
En ese tiempo, ella también hizo una amplia investigación sobre Hipólito. Por aquel entonces, los Sandoval eran solo una pequeña familia del Distrito Jade que poseía un negocio de carbón. Por el contrario, el Grupo Morales era considerado como una de las principales empresas de Distrito Jade. Si tenía en cuenta la posición social de su madre en aquella época, nunca se habría casado con el hijo del dueño de una mina de carbón. Si Hipólito fuera alguien con buena moral y principios, quizá sería comprensible; sin embargo, él era todo lo contrario. La investigación también reveló que se casaron en un abrir y cerrar de ojos; después de que los presentaran, se casaron a la semana. El solo hecho de que se casaran ya era muy extraño.
Después de hurgar en la estantería, la joven fue a revisar los cajones del escritorio. Había un total de cuatro cajones y, después de revisar los tres primeros, Ariadna seguía sin encontrar nada. Cuando intentó abrir el cuarto cajón, se dio cuenta de que estaba cerrado con llave y que no podía abrirlo.
En el momento en que estaba por encontrar algo para abrirlo, escuchó el sonido de pasos que se acercaban por el pasillo. Unos segundos más tarde, la puerta del estudio se abrió de par en par.

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