—Adelante. —Se escuchó una voz ronca desde el interior.
El rostro de la secretaria se enrojeció de inmediato al escuchar su voz, se acomodó los cabellos sueltos detrás de la oreja y se miró el maquillaje antes de entrar.
-Señor Navarro. -La secretaria miró con timidez al hombre sentado en el enorme escritorio.
Su mirada profunda y rostro seductor, junto con esa expresión seria mientras trabajaba de forma diligente, eran más que suficientes para hacer que se le acelerara el corazón. Ella agotó todos sus recursos y sistemas para obtener la oportunidad para la entrevista, todo por él.
-Habla -dijo Valentín sin levantar la mirada y continuó hojeando los documentos que tenía en las manos.
-Ejem... -La secretaria se aclaró la garganta y habló con la voz más dulce que pensaba que tenía-. Hay un director de proyecto afuera, dijo que hay una embajadora que firmará un contrato aquí... Pero si está ocupado, se lo haré
saber.
La secretaria había visto el video del arte del latte en Internet y sabía que la embajadora era hermosa, así que se mostraba reacia a dejar que Valentín la viera, por ese motivo también se demoró a propósito. Esta estaba lista para irse luego de hablar ya que, si diez personas pedían reunirse con el presidente ejecutivo, cinco de ellas serían rechazadas por un solo motivo.
—Si no puede resolver asuntos tan insignificantes por sí misma, ¿por qué conservarla?
Sin embargo...
-Espera. -Le llegó la voz de Valentín desde atrás.
Ella se detuvo de repente, se dio la vuelta y preguntó con dulzura:
-Señor Navarro, ¿hay algo más en lo que pueda ayudarlo? —No obstante, cuando levantó la mirada, Valentín ya estaba delante de ella.
El rostro con el que siempre había soñado se encontraba a centímetros de ella, incluso podía escuchar sus propios latidos.
«¿Está tan cerca... para besarme?» Se sonrojó hasta el cuello.
-Señor Navarro... -gimió con valentía.
La secretaria lo llamó con una voz empalagosa, mientras extendía despacio la mano derecha hacia la cintura de Valentín. Justo cuando estuvo a punto de tocarlo, una mano tomó la suya, seguido por un intenso dolor.
-¡Ay! -El rostro de la secretaria empalideció del dolor mientras miraba a Valentín con incredulidad.
-Señor Navarro...
-¿Qué intenta hacer? -Valentín se encontraba inmutable.
-El director de proyecto del café Ocaso.
Valentín levantó la mirada en el acto y preguntó:
—¿Hace cuánto está aquí?
-C-cerca de unos veinte minutos...
-¿Veinte minutos? ¿Por qué me lo dices ahora?
-Yo...
Valentín levantó la mano.
-Ahórrate tus explicaciones, solo ve al Departamento de Recursos Humanos y que te paguen tu sueldo. No tienes que venir mañana.
La secretaria amplió la mirada del asombro ya que pensaba que se había escapado de una desgracia por haber ofendido a Valentín, pero este no la despidió; sin embargo, ¿iba a despedirla porque hizo esperar al director de proyecto veinte minutos? Antes de que la secretaria se diera cuenta, Valentín ya había salido de la oficina. Sentía frío por todas partes y su cuerpo había perdido fuerza al desplomarse en el suelo.

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