—Aquí es donde pertenezco. Fuera de aquí, no quiero ir a ningún lado.
Petra retiró su mano con naturalidad y, sin mirar a Joaquín, se giró para sentarse en la silla.
Joaquín se quedó observando la leve curva de burla en los labios de Petra, y una marea de fastidio le invadió el pecho. Luchando por mantener la calma, soltó con voz baja:
—¿De verdad tienes que hacerme un berrinche justo en casa de tu abuela?
Su actitud parecía decirle a Petra: “Ya te expliqué todo, ¿qué más quieres?”. Como si bastara con que él le diera una explicación y, si ella no lo perdonaba, entonces la culpa era suya por no saber valorar lo que tenía.
¿En qué momento se había convencido Petra de que Joaquín era distinto a los demás?
Una sonrisa irónica se asomó en la boca de Petra. Sacó el brazalete de jade de la cajita de terciopelo y empezó a girarlo en su mano, como si no tuviera cuidado alguno.
El brillo oscuro en los ojos de Joaquín titiló.
Petra alzó la cabeza y sostuvo su mirada resignada, esbozando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—¿No viniste a buscarme solo por esto?
Joaquín bajó la mirada y, al ver la media sonrisa despectiva en el rostro de ella, dejó de disimular sus intenciones.
—Sí.
—La abuela de la familia Guzmán está por cumplir años...
No terminó la frase. Petra lo interrumpió:
—Ese brazalete ya es mío. Si lo quieres, tendrás que pagarlo.
El gesto de Joaquín se endureció y sus ojos destilaron enojo.
—Petra, estamos a punto de casarnos. ¿De verdad vas a sacar cuentas conmigo hasta en esto?
Petra lo miró, impasible.
¿De qué estaba hecho para pensar que, después de haberle sido infiel, ella todavía se casaría con él como si nada hubiera pasado?
—Es necesario.
La respuesta salió firme, sin titubeos ni emoción en su mirada.
Joaquín la miró fijamente, con el ceño fruncido.
Petra sostuvo la mirada, sin ceder ni un milímetro.
Cuando dos personas se miran así, tarde o temprano una tiene que ceder.
Al final, Joaquín sacó su celular.
El celular de Petra, que estaba sobre la mesa, parpadeó con una notificación de depósito.
Ella ni siquiera alzó la mano para revisarlo.
Joaquín la observó, con un dejo de burla en la voz:
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