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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 220

¿Eso no era una amenaza, o qué?

No, más bien era una amenaza de esas que te dejan claro todo sin rodeos.

Petra tuvo que aceptar que Benjamín la tenía agarrada del pescuezo; se le notó lo intimidada, así que soltó una risita incómoda y bajó la cabeza.

—Bueno, ni modo, aceptaré la invitación. Gracias, Sr. Benjamín, por invitarme a comer.

Dicho esto, ignoró por completo las pantuflas, cruzó descalza hacia el comedor y se sentó en una de las sillas.

Benjamín se quedó parado mirando las pantuflas con el ceño arrugado, como si le molestara de verdad. Al final cerró los ojos un momento, suspiró hondo y volvió a entrar al comedor.

Se sentó con expresión severa, irradiando un ambiente tenso que helaba el lugar.

Ramiro lo miró de reojo y luego le sonrió a Petra.

—Señorita Petra, ¿la Florencia de la que habló hace rato es la misma Florencia que conozco?

Petra no esperaba que el chef, que parecía tan buena onda, también conociera a Florencia.

Por suerte no se había puesto esas pantuflas; si un día Florencia se enteraba, seguro la tachaba para siempre, como si fuera la peor enemiga.

Sonrió con cortesía, sin responder. Su silencio lo dijo todo.

Ramiro entonces dirigió la mirada hacia Benjamín y, con toda la calma del mundo, le soltó:

—Benjamín, está claro que la señorita Petra entendió mal lo que pasa entre tú y Florencia. ¿Por qué no le aclaras el asunto?

Petra se quedó pasmada, un destello de sorpresa cruzó por sus ojos.

¿No que Benjamín y Florencia estaban a punto de comprometerse?

Benjamín, notando la mirada confundida de Petra, tomó el tenedor y, sin prisa, le respondió:

—Es que quería ver hasta dónde puede llegar la torpeza de una persona.

Ramiro solo pudo mostrar resignación en su mirada.

Petra, por su parte, sintió que se quería hundir en la silla de la vergüenza. Pensó en lo aferrada que había estado y se sintió ridícula.

Debajo de la mesa, frotó los pies entre sí, nerviosa, como si temiera que Benjamín la mandara directo al sótano.

Benjamín le había dado dos oportunidades de quedar bien y había desperdiciado ambas.

¿Será que de verdad tenía la cara tan dura?

Ahora entendía por qué la había amenazado.

—Perdón, Sr. Benjamín. Yo... solo estaba pensando en que todo estuviera bien entre ustedes.

Ramiro le sonrió, transmitiendo una calidez tranquila.

—Me llamo Ramiro. También fui compañero de tu hermana en la universidad, pero me fui al extranjero antes de graduarme. Hace poco regresé y hace mucho que no sé nada de ella, por eso quería preguntar.

Petra por fin lo entendió: era de la familia Ruiz.

Ahora tenía sentido que la conociera.

Aun así, el hombre frente a ella no le causaba ninguna emoción especial.

—Ella no anda muy bien últimamente.

Quizá porque Ramiro se veía tan tranquilo y amable, Petra bajó la guardia y habló sin pensarlo demasiado.

Ramiro apretó el tenedor, y aunque en sus ojos pasó un instante de tensión, intentó mantener una expresión serena.

—¿Qué le pasó?

—Es que yo le doy muchos dolores de cabeza. Además, anda con todo el estrés de los asuntos de Grupo Calvo. Está agotada física y mentalmente.

Petra apretó los labios, frenando las ganas de desahogarse más. Sabía que mientras menos gente supiera por lo que pasaba su hermana, mejor.

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