¿Cuál es la verdadera cara de Joaquín?
Petra ya no podía distinguirlo.
Al notar que ella cedía un poco, Joaquín aflojó ligeramente el agarre de su mano, se inclinó y, de forma cariñosa, le tocó la punta de la nariz. Su voz sonó suave, casi como una caricia.
—Aunque sigas molesta, primero hay que curarte la herida antes de que sigas descargando tu enojo conmigo. No te voy a permitir que uses tu propio cuerpo para vengarte de mí.
Sin soltarla, intentó llevarla hacia su oficina.
Pero Petra se resistía a entrar ahí.
Le daba asco.
La fuerza de Joaquín en su muñeca era contundente, no podía zafarse, así que habló en voz baja:
—Vamos a la enfermería.
Al ver la expresión de disgusto y la firmeza con la que lo decía, a Joaquín se le endureció el gesto, una sensación incómoda le recorrió el pecho. Como ella insistía, no tuvo más opción que ceder y la llevó a la enfermería.
Al llegar a la puerta, Petra le arrancó la mano de un tirón y entró al consultorio con la mayor calma posible.
Joaquín la siguió, y esperó en silencio a un lado. Cuando la vio fruncir el ceño por el dolor al desinfectar la herida, disparó una mirada de advertencia al doctor, su voz cortante.
—Con cuidado.
—Sí, señor Joaquín —contestó el médico, forzando una sonrisa mientras atendía a Petra.
Cuando terminó, le dio un par de instrucciones y salió del consultorio, dejándolos solos.
En la enfermería, solo quedaban Petra y Joaquín.
Él tenía el ceño fruncido mientras observaba la mano vendada de Petra, la preocupación se le notaba en la mirada.
Su celular sonó varias veces, siempre con esa canción pegajosa y cursi que a Petra le fastidiaba.
Ella arrugó el entrecejo de inmediato y lo miró con desdén.
—¿No piensas contestar?
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