Mi Frío Exmarido (Amelia y Dorian) romance Capítulo 1389

—Mi mamá era una mujer muy sensible, con un mundo interior muy rico, una persona que buscaba una conexión más allá de lo superficial, pero mi papá no podía darle nada de eso. A ella le encantaba leer, le fascinaba discutir sobre filosofía y literatura clásica, y mi papá apenas sabía escribir sin llenarlo todo de faltas de ortografía. Él solo sabía juntarse con un montón de juniors que apenas sabían leer de corrido para irse de antro, presumir y decir tonterías. Sus mundos nunca estuvieron en el mismo nivel.

»De hecho, antes de que pasara lo que pasó, yo ya tenía un presentimiento. Ella, que casi nunca hablaba, esos últimos días, de la nada, se puso a encargarme un montón de cosas. Me dio consejos sobre la vida, sobre cómo ser una buena persona, todo con un detalle que no era normal. Desde entonces sentí que algo malo iba a pasar. Se lo dije a los adultos, pero nadie me hizo caso. Pensaron que solo estaba siendo pesimista por su enfermedad; para ese entonces ya le habían encontrado otros problemas de salud.

»Yo no me le despegaba ni un segundo, pero al final fue un descuido mío. Esa mañana parecía estar muy bien. La acompañé a una librería a comprar un libro. La caja estaba en el segundo piso; me dijo que subía a pagar y que la esperara abajo. En ese momento, yo estaba muy metido en un libro que no había terminado, así que no lo pensé dos veces y acepté. Y de repente, al poco rato, se escuchó un golpe sordo y seco afuera. Entre los gritos de pánico de la gente que gritaba “¡Alguien se aventó!”, la vi tirada en el piso frío, cubierta de sangre.

La voz de Dorian se quebró por un instante. Cuando volvió a mirar a Amelia, la vio con el rostro bañado en lágrimas, con una mirada de dolor tan profunda que ni ella misma parecía notarla.

Dorian recordó la mañana en que su madre murió. Vio a su madre destrozada al otro lado del cristal, y su mente se quedó en blanco. En ese momento, la pequeña Amandita también estaba en la librería, había ido con su mamá.

A pesar de que ella también estaba aterrada, y de que su madre le tapaba los ojos, apretándole la cara contra su pierna, se soltó de inmediato y corrió hacia él, llorando, pidiéndole que no viera eso.