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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 120

Ariel terminó de hablar y Johana simplemente lo miró, sin moverse, en completo silencio.

Pasaron varios segundos, y al fin, Johana, con voz suave, le preguntó:

—¿Otra vez el abuelo te dijo algo esta noche? ¿Te volvió a poner presión?

Al mencionar al abuelo, Ariel apretó con fuerza el volante; su expresión se endureció y respondió con voz seca:

—¿Por qué siempre que pasa algo entre nosotros, tienes que relacionarlo con los demás? ¿Por qué siempre crees que es porque alguien dijo algo?

El tono de Ariel no fue para nada amable. Johana también cambió de semblante; su rostro se ensombreció.

Con él, o era indiferencia, o simplemente mostraba fastidio. O, a veces, simplemente no tenía paciencia.

Johana lo miró con tristeza, sin decir nada. Ariel se dio cuenta de que había sido demasiado duro.

Aun así, le molestaba que ella siempre pensara que todo lo que le pasaba tenía que ver con el abuelo, con sus padres, con cualquier otro menos con ellos mismos.

Después de observarlo un rato más, Johana decidió no seguir discutiendo y desvió la mirada hacia el camino.

Afuera, la calle estaba casi vacía, y las luces amarillas de los faroles hacían que la noche pareciera aún más tranquila.

Después de ese intercambio incómodo, la atmósfera dentro del carro se volvió aún más tensa y silenciosa.

Ariel la miró de reojo, recuperando poco a poco su habitual tranquilidad, y con tono más calmado le preguntó:

—Si en aquel entonces no hubiera sido por el abuelo, si yo hubiera ido a pedir tu mano por mi cuenta, ¿me habrías dicho que sí?

La pregunta tomó a Johana por sorpresa. Giró la cabeza para mirarlo y, por un momento, no supo qué contestar.

Se quedó mirándolo, y de pronto, los recuerdos empezaron a desfilar por su cabeza como una película vieja.

—Ariel, si nos escapamos así, ¿crees que la maestra se va a enojar?

—Ariel, me mentiste, esto pica horrible y sabe feo.

—Ariel, ya no le pegues, él no me hizo nada.

—Lo que me gusta a mí, no es su estilo.

—¿Tú crees que Johana lo vale?

—Ariel, quiero divorciarme.

Cada recuerdo le revolvía el corazón, pero aun así, Johana no encontró una respuesta para Ariel.

Apartó la mirada de él y volvió a mirar el paisaje nocturno a través de la ventana.

No le respondió.

Era ese dolor tan familiar de cada mes, pero esta vez parecía más fuerte.

Dejó la toalla con la que se estaba secando el cabello y presionó su abdomen con ambas manos, arrugando la frente por el dolor.

Tal vez era porque días atrás había tomado demasiados cafés fríos y bebidas heladas.

Aunque aún no le bajaba, el dolor era insoportable.

Su cara se puso pálida y una fina capa de sudor le cubrió la frente y las sienes. Se frotó el vientre con la esperanza de que el dolor cediera, pero en vez de aliviarse, empeoró.

Tomó una taza y, frotándose el abdomen, caminó hacia la puerta.

Justo al abrir la puerta de su habitación, Ariel salió de la suya al mismo tiempo.

Se encontraron de frente. Johana, casi por reflejo, se enderezó y le sonrió levemente como saludo.

Ariel notó que algo no andaba bien y preguntó:

—¿Te sientes mal?

Con la taza en la mano, Johana negó con la cabeza:

—No, solo me duele el estómago.

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