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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 129

Johana tomó una cucharada de sopa de cebolla y, en voz baja, dijo:

—Yo no sé jugar cartas, además seguro que tú y Ariel ya están allá, así que mejor no voy.

Era viernes, y si Ariel estaba en esa reunión, lo más probable era que Maite también. Johana no tenía ganas de meterse en ese ambiente, prefirió dejar que los demás se divirtieran sin ella.

Desde que se casó con Ariel, había evitado casi todos los eventos del grupo. Ariel nunca la había tratado bien, así que aprender a mantenerse al margen fue su estrategia. La última vez que había salido a comer con ellos fue en el cumpleaños de Raúl.

Justamente esa noche, por accidente, escuchó una conversación entre Ariel y Raúl en el balcón. Ahí se enteró de que Ariel no había firmado el acuerdo de divorcio porque le preocupaba que ella le quitara parte de sus bienes.

Johana intentó escabullirse con una excusa, pero Marisela no la dejó pasar.

—Joha, la neta es que no quieres ir porque Maite va a estar allá, ¿verdad? ¿Te da pena que el ambiente se ponga incómodo? Mira, tú y mi hermano son esposos de verdad. Maite es la que se anda colgando de mi hermano para meterse en el grupo, y ni vergüenza le da. ¿Por qué la incómoda vas a ser tú?

—Si alguien debería sentir pena, esos son mi hermano y Maite, no tú. Si yo fuera tú, hasta iba a picarle la cresta a esos dos. A ver si así se les baja lo ridículos.

Marisela era tan directa que ni a su propia familia perdonaba. Johana no pudo evitar reírse ante el comentario.

Mientras pensaba qué responderle, el teléfono de Johana sonó. Era Raúl.

Johana respondió y, apenas escuchó su voz, Raúl le dijo:

—Joha, ¿andas comiendo con Marisela? Mañana es sábado y no hay clases, así que ¿por qué no se vienen un rato más tarde a la reunión? Estaría bueno que vinieran juntas.

Johana levantó la mirada y vio a Marisela del otro lado de la mesa. Sin pensarlo, Marisela soltó:

Aunque le seguía el juego, la verdad era diferente. Desde que se casó con Ariel, y sobre todo desde que empezó a esquivarlo, supo que nunca llegaría a ser parte real del círculo de amigos de Raúl y los demás. Jamás podría tener una amistad tan cercana con ellos. Al final, todos eran amigos de Ariel.

La razón por la que la trataban bien y la invitaban era por Ariel, no por ella.

Terminaron de comer y, calculando que Raúl y los demás todavía estarían cenando, Marisela arrastró a Johana por el centro comercial para matar tiempo antes de ir al hotel.

En el hotel, Raúl tenía alquilada la suite presidencial en la azotea. No hacía nada raro ahí, simplemente era el lugar favorito del grupo para jugar cartas y pasar el rato.

Cuando abrieron la puerta, una ola de bullicio las recibió. Todos los de siempre ya estaban sentados a la mesa, listos para comenzar la partida.

Marisela entró animada, frotándose las manos y preparándose para ganarles a todos. Pero en cuanto vio a Maite sentada al lado de su hermano, con una sonrisa tan pegada al rostro que parecía querer quedarse colgada de él, el ánimo se le apagó de golpe. La expresión de Marisela cambió de alegre a sombría en un abrir y cerrar de ojos.

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