Ariel dijo que lo había visto en las noticias. Johana, con una sonrisa cortés, asintió y no añadió nada más.
Tomó su vaso de leche y, de un solo trago, bebió la mitad. Al notar que Ariel seguía ahí parado, le dijo:
—Por aquí ya no tengo nada pendiente. Mejor ve a descansar.
Apenas terminó de hablar, Ariel levantó la mano derecha y, con delicadeza, le limpió la comisura de los labios, donde quedaba un poco de leche.
Al ver que Ariel se tomaba esa confianza, Johana rápidamente se limpió ella misma y, de paso, apartó su mano.
La mano de Ariel quedó suspendida en el aire solo un momento antes de que él la retirara, un poco incómodo, y se pusiera de pie.
—Descansa temprano —murmuró, preparándose para salir.
Johana lo miró con una expresión serena, sin dejar ver emoción alguna, y asintió.
—Sí.
Observó en silencio cómo Ariel salía de la habitación y cerraba la puerta detrás de él. Solo entonces Johana apartó la mirada, bebió otro sorbo de leche y, sin hacer ruido, retomó la plática con Marisela por mensaje.
No le contó a Ariel nada sobre la compra de la casa.
Durante varios días, después del trabajo, Johana fue directo a su nuevo departamento. Se dedicó a limpiar, organizar algunas cosas y esperar la llegada de los muebles. Incluso puso plantas en cada habitación para darles vida.
Mientras tanto, Ariel volvió a salir de viaje por trabajo.
Eso lo supo Johana por lo que le dijo Daniela.
A decir verdad, Ariel nunca le avisaba de sus planes ni de sus movimientos. Y ella tampoco se lo preguntaba.
...
La tarde del viernes, al terminar su jornada, Johana recogió sus cosas y se disponía a salir de la oficina cuando justo se cruzó con Hugo, que bajaba por las escaleras.
—Mañana en la noche es la fiesta de cumpleaños del señor Gerardo —le comentó Hugo—. Vamos todos juntos, ¿va?
Johana ya tenía esa idea. Ir en grupo siempre era mejor.
Así que, al día siguiente por la tarde, después de encontrarse con Hugo y Edmundo frente al edificio de la empresa, los tres se fueron juntos.
Hugo y Edmundo vestían ropa de oficina, igual que Johana, que caminaba detrás de ellos y parecía más bien la secretaria del grupo.
—Que cumpla muchos más, señor Gerardo.
Hugo fue el primero en felicitarlo, y Johana y Edmundo lo siguieron sin prisa, pero con la misma cordialidad.
Dentro, el ambiente era animado, aunque todos los presentes eran personas mayores, de unos sesenta o setenta años.
Hugo, en ese grupo, era de los más jóvenes, y ni hablar de Johana, que era vista casi como una cría.
Después de saludarlos, el señor Gerardo, siempre sonriente, los presentó ante sus amigos y antiguos colegas.
—Señor Cabrera, señor Valerio, les presento a estos jóvenes de Avanzada Cibernética, son los pilares del equipo.
—Estos chavos son mucho mejores que nosotros a su edad. El futuro del país está en sus manos —comentó uno de los viejos amigos.
Al escuchar eso, los muchachos enseguida saludaron con respeto a los veteranos, estrechándoles la mano.
Hugo mantenía su actitud tranquila y madura, Edmundo era un poco más formal, probablemente porque reconocía a varios de esos señores de las conferencias que transmitían en televisión.
Aunque Johana llevaba tres años en Grupo Nueva Miramar y no solía asistir a eventos sociales, esta vez se sentía bastante relajada, como si nada la afectara.

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