No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 346

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Sosteniendo a Ariel, Johana se irguió con firmeza. Cuando recuperó el equilibrio, se apartó con serenidad y le agradeció con cortesía:

—Gracias.

Ariel todavía tenía la mano apoyada en su brazo. Con voz suave, preguntó:

—¿Te sientes bien?

Johana levantó la mirada:

—Estoy bien, no te preocupes.

Al escucharla, Ariel por fin retiró su mano.

Después de intercambiar un par de palabras, Johana se despidió y entró en el hotel.

Ariel la siguió con la mirada, sin poder apartar los ojos de su figura mientras se alejaba. No fue hasta que la vio desaparecer completamente de su vista que, poco a poco, desvió la mirada.

...

Mientras conducía de regreso, el rostro de la segunda hija de la familia Ramírez no dejaba de aparecer en la mente de Ariel.

Para ser exactos, pensaba en la Johana de antes.

Recordó muchos momentos pasados: a Johana escribiendo en su cuarto, las veces que sus miradas se cruzaban y ella, apenada, se sonrojaba y desviaba la vista de inmediato.

En el fondo, siempre había sido Johana la persona que le gustaba.

Pero como ella y Marisela eran tan unidas, él se obligó a verla solo como una “hermana”, no se atrevía a soñar con algo más.

Incluso cuando tenía pensamientos al respecto, los guardaba muy dentro de él.

Por eso, cuando su padre organizó el compromiso entre ellos, él se sintió genuinamente feliz.

Y justamente por eso, cuando malinterpretó lo que decía el diario de Johana, se enojó, sintió celos.

Hasta el hecho de que, al sentarse junto a Lorena, la trataba con más amabilidad que a otras chicas era porque en ella veía algo parecido a Johana.

Con ambas manos en el volante, la mirada de Ariel —tan calma como un lago sin viento— se dirigía al camino. En su dedo anular ya no estaba ese anillo.

Desde que supo que el chico del diario de Johana era él, desde que se enteró de que ella había caído en depresión por su culpa, Ariel nunca volvió a hablar con nadie de esos sentimientos profundos. Ni siquiera se permitía pensarlo. No podía admitir, ni ante sí mismo, que la amaba.