Johana no reconoció a la persona frente a ella, pero el hombre sonrió con naturalidad y se presentó:
—Hugo.
Al escuchar el nombre, Johana cayó en cuenta de inmediato y, algo apenada, le extendió la mano para saludarlo.
—Sr. Hugo, mucho gusto.
Luego, bajó la voz, avergonzada.
—Perdón, Sr. Hugo, todavía no he ido a la entrevista en su empresa, así que no lo reconocí al principio.
En la universidad, ya había escuchado hablar del famoso Hugo, pero él solo aceptaba estudiantes de posgrado y doctorado para sus investigaciones. Siempre estaba metido de lleno en sus proyectos, así que nunca tuvo oportunidad de cruzarse con él formalmente.
Solo hubo un par de clases abiertas que él dio, pero cuando Johana se enteró y fue a intentar colarse, hasta la entrada estaba a reventar de gente. Así que, por una cosa u otra, nunca había podido conocerlo en persona.
Hugo le estrechó la mano con tranquilidad, sonriendo.
—No te preocupes.
Al soltarle la mano, Hugo echó un vistazo a su alrededor y luego le preguntó:
—¿Vienes sola?
Johana le devolvió la sonrisa.
—Mi asistente está ocupada con otros asuntos.
Hugo propuso entonces:
—Entonces, vamos juntos a la cafetería.
—Claro.
Encontrarse con Hugo era toda una rareza, y más aún tener la oportunidad de platicar con un experto de su nivel, así que Johana no dudó en acompañarlo.
Además, ahora que estaba por dejar Grupo Nueva Miramar, pronto empezaría a trabajar en Avanzada Cibernética.
El almuerzo era en un restaurante de comida internacional. Por todas partes, los grupos se acomodaban en mesas para charlar entre conocidos.
Johana casi no conocía a nadie; Hugo, por su parte, tampoco tenía demasiados contactos, aunque muchos sí lo reconocían. Algunos se acercaron a saludar, pero Hugo los despachó rápido, sin darles mucha importancia.
Hugo era de esos científicos que preferían la calma. Pocas personas conseguían que él quisiera sentarse a platicar, y menos aún captar su interés.
En su empresa, la mayoría de las veces eran otros quienes venían a rogarle por tecnología o a buscar asociarse con él.
Así que al final, la gran mesa quedó ocupada solo por ellos dos.
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