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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 90

Johana no dejaba de platicar. Ariel, con un libro en la mano, solo la observaba.

No fue hasta que notó la mirada de Ariel que Johana se dio cuenta de que quizá se le había pasado la mano hablando y podía estar molestándolo.

Con una sonrisa algo apenada, Johana se disculpó:

—Perdón, creo que ya hablé demasiado.

Pero Ariel le respondió:

—Para nada, tus ideas están muy buenas. Sigue, cuéntame más.

Ariel quería seguir escuchándola, lo que dejó a Johana aún más sorprendida. Mirándolo con curiosidad, preguntó:

—¿De verdad te interesa esto?

Después de todo, Ariel no estudió ingeniería; su carrera era economía y derecho.

La expresión de asombro de Johana hizo que Ariel soltara una broma con una sonrisa:

—¿Ya no quieres platicar? ¿O es que me estás ocultando algo?

—No, nada de eso —respondió Johana—. Además, ni siquiera te estoy contando los detalles más complicados, solo hablamos de cómo lograr ciertos objetivos.

Aprovechando el giro de la conversación, Johana retomó el tema anterior, compartiendo no solo sus ideas, sino también algunos de los problemas que Avanzada Cibernética enfrentaba en sus investigaciones.

Aunque había estado fuera tres años, tras ponerse al corriente con Edmundo y los demás, Johana logró organizar sus pensamientos y detectar algunas fallas.

Por eso, cuando Ariel mostró disposición para escucharla, Johana no pudo detenerse y le contó más de lo planeado.

A un lado, Ariel la contemplaba sin apartar la vista. Viendo cómo a Johana se le iluminaban los ojos, hablando entusiasmada de su especialidad, no pudo evitar sonreír.

Durante los tres años de matrimonio, ella siempre había sido formal y reservada, incluso cuando hablaban de trabajo. Pero en ese momento, por fin se parecía a una chica de 23 años: auténtica, emocionada, llena de pasión.

Mientras hablaba de su carrera, sus ojos parecían brillar con una luz especial.

Al notar esa media sonrisa en el rostro de Ariel, Johana de golpe se detuvo, recuperando la calma de siempre:

—¿Ya me pasé hablando otra vez, verdad?

Apenas terminó la frase, Ariel se inclinó hacia ella, le tomó la cara y la besó en los labios.

—No estoy enojada —contestó Johana—, solo que mañana tengo que ir al trabajo. Prefiero dormir ya.

Dicho esto, Johana se acomodó bajo las cobijas.

Al verla, Ariel apagó la luz principal del cuarto y se acostó también.

Ambos quedaron recostados boca arriba. Pero Johana no podía dormir; su mente seguía dándole vueltas a temas laborales. Apenas era su primer día en el nuevo empleo, y la cabeza le daba mil vueltas.

Después de moverse un par de veces, Johana volteó hacia Ariel y, tratando de sonar razonable, mencionó:

—Ariel, sobre el acuerdo...

No dijo más; Ariel debía entender a qué se refería.

Mientras se bañaba, Johana había pensado que sería buen momento para hablarlo, sobre todo porque Ariel se veía de buen humor. Pero entre tanto hablar de robots, se le olvidó.

Con la luz tenue del cuarto, Ariel se giró para mirarla y le respondió con voz tranquila:

—¿De verdad crees que puedes irte de la empresa sin que eso tenga ninguna consecuencia?

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