Hasta que Ariel comenzó a desabrocharle la blusa, Johana de pronto volvió en sí y le sujetó el brazo con fuerza.
Ariel intentó explicarle, pero esa explicación no cambiaba nada.
Aunque lo de aquella noche hubiese sido un malentendido, eso no justificaba la indiferencia de estos tres años, ni borraba el hecho de que todos los rumores que ella tuvo que aclarar en ese tiempo eran puros inventos.
Mirando a Ariel directo a los ojos, Johana habló con voz firme:
—Mi puesto en Grupo Nueva Miramar no es de gran peso, no creo que cause demasiado impacto.
Dicho de otra forma, ella seguía firme en su decisión de divorciarse, sin ningún interés en avanzar en su relación con Ariel.
La mano de Johana apretaba su brazo con tal fuerza que Ariel lo notó de inmediato.
Él se inclinó para mirarla bien. Al ver la seriedad en su rostro, perdió el interés de inmediato y se apartó de ella.
Johana notó su reacción, giró el rostro hacia él y, sin hacer ruido, comenzó a abotonarse la blusa de nuevo.
...
En los días siguientes, Ariel regresó a casa puntual todos los días. A veces Johana llegaba más tarde que él, y el trabajo la tenía tan ocupada que, salvo para dormir o comer, el resto del tiempo lo pasaba trabajando horas extra.
Estaba más ocupada que cuando era subdirectora en Grupo Nueva Miramar.
Esa noche, Ariel salió del baño después de ducharse y, al ver a Johana sentada frente al escritorio, absorbida de nuevo en el trabajo, se secó el cabello y comentó con desdén:
—Vaya que Hugo no se tienta el corazón para encargarte tareas.
Johana, sentada frente a la computadora, seguía tecleando con ambas manos, absorta en la pantalla. No escuchó una sola palabra de Ariel.
Él la observó sin darle demasiada importancia, resignándose a probar en carne propia lo que era vivir bajo el mismo techo en medio de un trato distante.
No fue hasta que ella terminó su trabajo y se metió en la cama que le dirigió unas palabras, con cortesía distante:
—Que descanses.
Después apagó la luz y se acomodó a dormir, dándole la espalda.
Ariel, que permanecía a su lado, giró el rostro para mirarla. La vio acostada tranquilamente, sin mostrar el más mínimo interés, y en su interior no pudo evitar sentir cierto fastidio por la situación.
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