Después de enviar el mensaje, Johana seguía intranquila; de vez en cuando revisaba cómo iban las acciones.
Seguían en rojo.
Haciendo cuentas en su cabeza, calculó que al menos se habían esfumado miles de millones en pesos.
Jamás pensó que su salida de Grupo Nueva Miramar tendría un impacto tan fuerte. Al final de cuentas, nunca nadie había apostado por su matrimonio con Ariel.
También se dejó llevar por las palabras de Jairo, creyendo que no habría repercusiones, que todo se podría controlar.
Si lo hubiera sabido, ni siquiera habría entrado a la empresa, mucho menos aceptado el puesto de subdirectora.
Se dio cuenta de que todavía era demasiado joven y confiada.
La caída de las acciones de Nueva Miramar fue tan abrupta, que todos los chismes y noticias que inundaban las tendencias digitales dejaron de importar.
Mirando el mensaje que había enviado, Johana recordó aquel incendio de hace unos años, cuando Ariel la sacó cargando sin pensarlo dos veces. De pronto, se sintió culpable.
Su intención era saldar una deuda, pero terminó pareciendo una venganza.
Salió de la pantalla de mensajes, pensando en buscar otra cosa para distraerse, cuando su celular sonó de pronto.
Al mirar, vio que era respuesta de Ariel.
Abrió el mensaje. Ariel fue directo y respondió muy rápido, cosa que Johana no esperaba. Decía:
[No es gran cosa, ya lo estoy arreglando. No te preocupes.]
Tan solo unas palabras, pero al instante Johana sintió alivio.
Estaba segura de que, cuando se trataba de trabajo, Ariel siempre respondía como debía.
Sosteniendo el celular con ambas manos, Johana le contestó de inmediato:
[Está bien. Si necesitas que haga algo, dímelo.]
Pelear es una cosa, divorciarse es otra, pero eso no podía afectar el negocio.
Ariel respondió en segundos:
[De acuerdo.]
Aunque le dijo que sí, el resto del día Ariel no volvió a buscarla. Tampoco recibió noticias de Teodoro. Nadie le pidió que hiciera nada.
Eso sí la sorprendió. Pensó que, como antes, la llamarían para encargarse de la crisis de imagen.
No fue así. Hasta las cinco de la tarde, cuando Johana estaba a punto de salir de la oficina, el teléfono sonó de nuevo.
Vio el número conocido y deslizó para contestar.
—¿Bueno?
Del otro lado, Ariel habló con voz tranquila:
—Mi papá quiere que cenemos en casa esta noche. Paso por ti en un rato.
Johana asintió, aunque él no la veía:
—De acuerdo.
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