Si le hubiera dicho eso la noche anterior, Adriana habría sido sentenciada de inmediato.
Pero ahora que Sabrina se había calmado, necesitaba a alguien que la entendiera, y Adriana era la persona perfecta.
—¡Seguro que hasta piensa que soy una exagerada! Ofelia podría haberme agradecido en privado, pero no, tuvo que ir a la mansión Guerrero. ¿No es obvio que lo hizo para que Ignacio la viera?
Adriana asintió, totalmente de acuerdo.
—Sí, no me imaginaba que Ofelia fuera tan calculadora. Parece una chica tan inocente. Supongo que la idea de que es la hermana de Romeo nos engañó a todos. Seguro que a Nacho le pasó lo mismo.
—No, qué va. Él solo la ve joven y bonita —dijo Sabrina con un toque de acidez que quizás ni ella misma notó.
—Para mí, tú eres mucho más guapa que ella, y te lo digo de corazón —aseguró Adriana con seriedad.
—Da igual, no soy tan joven como ella.
—¡Pero si solo tienes veintitrés años! ¡Es una edad maravillosa! Dieciocho es demasiado joven, a Nacho no le gustaría.
—Tú no eres él, ¿cómo puedes saberlo?
—Lo conozco desde hace más de diez años, así que puedo asegurarte al cien por cien que Ofelia no es su tipo. Si la trata bien, es únicamente por Romeo.
—Sin Romeo, Ofelia no sería nadie. —Aunque las palabras de Adriana eran duras, eran la pura verdad.
La trataban bien porque era la hermana de Romeo; si no fuera por eso, que se buscara la vida por otro lado.
—Sabrina, y no es por defender a Nacho, pero yo también creo que su comportamiento de anoche fue un poco desacertado. —Adriana tomó la mano de Sabrina y continuó hablando en voz baja.
—Es un hombre muy directo, no entiende muchas cosas y no sabe cómo comunicarse contigo.
—Por ejemplo, lo de la muerte de Romeo. Podría habértelo contado, pero su propio trauma le impide hablar del tema, y así es como surgen los malentendidos.
—¿Y todavía dices que no vienes a abogar por él? —Sabrina retiró la mano y bufó—. Todo lo que dices es para defenderlo.


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