—No hay necesidad de suspender su beca. Todo lo que tiene ahora se lo ganó su hermano con su vida, y es lo justo que Ignacio cumpla con su parte.
Sabrina tenía las cosas muy claras: que Ignacio ayudara a Ofelia era una cuestión de deber.
Pero que ella se vengara de Ofelia por lo que le hizo en su vida pasada también era justo y razonable.
Ambas cosas no eran excluyentes: él podía ayudarla y ella podía vengarse.
—Pero si sigues financiando a Ofelia, tarde o temprano volverán a tener conflictos.
—¿Aún no lo entiendes? Lo que nos causa problemas no es el dinero, es su actitud.
Adriana pareció comprenderlo de repente. ¡Claro! Las mujeres pasaban toda su vida buscando una actitud, un gesto.
—Entiendo. —Cambiando de tema, Adriana preguntó—: Por cierto, ¿desde cuándo tienes una productora de cine?
—No es mía, es de un amigo.
La mirada de Sabrina se ensombreció un poco. En su vida pasada, su matrimonio con Camilo había provocado un distanciamiento con él, hasta el punto de que, cuando más tarde fue humillada, no tuvo el valor de pedirle ayuda.
Calculando el tiempo, ya debería estar a punto de volver.
—¿Qué amigo? ¿Cómo se llama su productora? —preguntó Adriana con curiosidad. Hasta donde sabía, el círculo social de Sabrina era muy reducido, y las personas que conocía se podían contar con los dedos de una mano.
¿Y ahora resultaba que tenía un amigo con una productora de cine? ¿Sería él?
—¿Estás investigando mi vida? ¿Acaso no puedo tener un amigo exitoso? —replicó Sabrina.
Adriana sonrió tímidamente.
—Claro que no, solo preguntaba por curiosidad.
—¡Qué metiche! Son las dos de la tarde, ¿no deberías volver al trabajo?
—Hoy también pedí el día libre, para acompañarte.
—Qué amable de tu parte.
—Es un honor para mí acompañarte, Sabrina.


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