—¡Tsk! Qué amable. ¿Querías ver el espectáculo o dar el golpe de gracia? —preguntó Sabrina con agudeza.
Matías se echó a reír.
—Si hubiera querido rematarte, ¿crees que seguirías aquí de pie, hablando conmigo?
—Es obvio que vine a protegerte. Tu capacidad de lucha es mejor de lo que esperaba, pero eres demasiado blanda. Y la blandura te matará.
—¿Debería darte las gracias, entonces? —replicó Sabrina con una sonrisa irónica—. No soy blanda, simplemente tengo mi propio plan. Tú y yo no estamos en el mismo bando, ¿quién eres tú para decirme cómo hacer las cosas?
—Solo lo hago por tu bien. Has tropezado tantas veces con la misma piedra, ¿cómo puedes seguir siendo tan ingenua? —dijo Matías con un aire de resignación, y añadió a modo de advertencia—: No todos los que te rodean son buenos, no todos te consideran su amiga. Usa un poco la cabeza, en este mundo todo se mueve por intereses.
—Gracias por el consejo. Si no hay nada más, me voy. —Dicho esto, Sabrina se dio la vuelta, subió al carro y arrancó, alejándose a toda velocidad.
Observando el carro que se alejaba, el rostro de Matías se ensombreció. "Rina, el único que de verdad quiere tu bien soy yo".
***
En la mansión Guerrero.
Llegó a casa pasadas las diez de la noche. Sabrina pensó que Ignacio ya estaría durmiendo, pero al entrar en la habitación, no lo encontró.
Supuso que estaría ocupado en el estudio, así que se fue a duchar.
Una hora después, Ignacio seguía sin volver. Sabrina fue a buscarlo al estudio, pero al abrir la puerta, lo encontró a oscuras. No estaba allí.
Sabrina se extrañó. Era muy tarde, ¿dónde podía estar Ignacio?
Sacó su celular y lo llamó, pero no contestó.
Empezó a sentirse inquieta. Probablemente, el encuentro con el asesino, aunque este fuera un principiante, la había dejado nerviosa y ahora temía por Ignacio.

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