Rubén continuó diciendo:
—Mañana acompaña a Dana. Ella sí es la mujer indicada para ti. Esa Tania no es más que una hija ilegítima, no está a tu nivel. Si no quieres que termine mal, mejor aléjate de ella.
Camilo conocía bien el carácter de Rubén; cuando decía algo, lo cumplía sin dudar.
—Entiendo, tío. De hecho, ya ni le hablo. La estoy ignorando por completo, ni te preocupes, no le haré nada.
—Así me gusta. Keira ya se llevó a tu padre, ni modo. Ese viejo ni quien lo quiera, solo tu mamá. Pero tú eres el único hijo de tu madre, no puedes traicionarla como lo hizo tu papá —le soltó Rubén, como si le diera una lección de vida.
—Lo sé, no voy a hacer que mi mamá sufra —respondió Camilo, con la voz firme.
—Ya no te digo más, no sea que luego digas que soy un fastidio.
Camilo colgó la llamada y fue directo a pagar la cuenta. Al levantarse, se topó con la mirada de Tania. Ella lo miraba con esperanza, como si esperara que él se acercara a saludarla.
Pero él ni se inmutó. Solo pagó y salió del restaurante apresurado, sin voltear.
El corazón de Tania se hundió a lo más profundo. Se quedó sin fuerzas, como si le hubieran arrebatado toda ilusión. ¡Se acabó! Camilo ya no quería saber nada de ella.
El sueño de casarse con la familia Guerrero se había desvanecido.
En ese instante, su celular vibró. Era Germán llamando.
Tania contestó, usando una voz mucho más cálida que de costumbre, dejando atrás su tono distante.
Ahora que no podía retener a Camilo, al menos tenía que asegurarse un lugar con Germán. Aunque la familia Vargas no tuviera tanto peso como los Guerrero, seguían siendo una familia poderosa.
—Tania, ¿tienes tiempo hoy en la noche? ¿Te gustaría ir al cine conmigo? —preguntó Germán.
Esta vez, Tania no titubeó ni un segundo.
—Claro, te paso la dirección, vente a buscarme.
Colgó la llamada y se giró hacia Regina.
—Regina, vete tú primero, yo voy a esperar a un amigo que viene por mí.
—Está bien —asintió Regina.
—Ah, por cierto, te mando los videos de esta noche —añadió Tania, con una sonrisa cómplice. No hacía falta decir más, Regina entendió al vuelo.
Si le echaban un vistazo a fondo al contrato, seguro notaban las trampas escondidas.
Pero justo entonces, Tania había conseguido el contacto de Ignacio y, a propósito, le mandó evidencia de su “cita” con Camilo en el restaurante.
Eso les dio la idea de usar el divorcio como pretexto para la jugada. Y sí, todo salió como lo habían planeado.
Camilo confiaba tanto en sí mismo que ni se molestó en revisar el contrato antes de firmarlo, creyendo que era el mismo acuerdo de siempre.
—Alguien así no merece seguir en Empresa Nube. Que recursos humanos prepare su despido —dijo Ignacio con decisión. Aunque Regina solo había sido utilizada por Tania…
Pero si Regina no fuera ese tipo de persona, ¿cómo habría terminado siendo usada por Tania?
Sabrina, sin embargo, negó con la cabeza.
—No hace falta despedirla. Regina sí tiene talento, la verdad.
—Gente con talento hay de sobra. ¿Para qué la queremos aquí? —Ignacio le sostuvo las manos y su voz se volvió tierna—. Nadie que le haga daño a mi esposa debería cobrar en Empresa Nube. No lo merecen.
Sabrina se rio. ¡Tenía razón! ¿Cómo podía alguien aceptar el dinero de Empresa Nube y a la vez traicionar a la dueña? Si alguien debía pagar los platos rotos, sin duda era Regina.

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